lunes, 30 de marzo de 2009

Documental BAFICI sobre el Mellotron

Todo el mundo conoce “Strawberry Fields Forever”. Menos son los que saben que allí suena un mellotron. Y muchos menos todavía quienes tienen idea de qué es ese instrumento cuyo nombre quedó asociado con el rock progresivo (acá lo usaba Charly García en la época de La Máquina de Hacer Pájaros). La cineasta norteamericana Dianna Dilworth, sin embargo, sí conocía al instrumento y sabía muy bien que su invención había anticipado la moderna cultura del sampleo: cuando el mellotron volvió a fabricarse, en Suecia, en los ’90, ella trabajó como asistente ordenando las piezas. Antes de eso, varios amigos músicos le habían contado los avatares de este teclado en el que se tocan cintas pregrabadas. Y como se trataba de una historia de invención, fracaso, traición y renacimiento... ¿cómo no hacer una película con todo eso? ¿Y cómo no titularla Mellodrama? “Tres años atrás, en una fiesta, había gente hablando sobre teclados y cuando salió el tema del mellotron, lo que se dijo era incorrecto, así que lo corregí –recuerda la cineasta, que llegó a Buenos Aires para presentar su documental en el Bafici–. Cuando me preguntaron cómo era que sabía sobre el tema, me di cuenta de que era una de esas cosas de las que había aprendido sin siquiera pensarlo, pero que no todo el mundo estaba al tanto. Entonces pensé en hacer un corto. Pero se corrió la voz y de repente músicos muy famosos me llamaban y me decían: ‘Quiero estar en tu película’. Todo porque aman al mellotron.” Entre otros, en la pantalla aparecen Brian Wilson (Beach Boys), Patrick Moraz (Yes), Ian McDonald (Cheap Trick), Jesse Charmichael (Maroon 5) y el productor Jon Brion (Fiona Apple, Kanye West).

Mellodrama, que se verá por última vez en el Bafici el sábado 4 a las 23.30 (en el Arteplex Caballito 2, Rivadavia 5050), narra en orden cronológico la historia del instrumento y de su antecesor, el chamberlin, la creación de un señor maduro llamado Harry Chamberlin, que se propuso tener un instrumento que replicara a una orquesta en el living de su casa, para que la familia cantara encima. Doble fracaso: pese a que grabó por separado los instrumentos de una orquesta, el teclado no sonaba ni parecido; y las familias no parecieron muy interesadas en él. Encima, se contactó con un vendedor que se llevó el chamberlin a Inglaterra, lo presentó como idea propia y consiguió que lo fabricaran: así nació el mellotron. “Una de las partes interesantes de la historia es el hecho de que el instrumento haya fracasado en varios de sus propósitos –se ríe Dilworth–. Y uno es que, a pesar de que fue muy popular entre un grupo de músicos, sólo se fabricaron 500 chamberlins y menos de 2000 mellotrones. Si se lo compara con las guitarras Gibson, de las que se hicieron centenares de miles, uno se da cuenta de que estos teclados tuvieron una vida muy breve. Además, la idea original fue tan innovadora que cuando decidieron fabricarlo no sabían a qué público dirigirlo. Los músicos los compraron, pero cuando la tecnología avanzó, rápidamente los abandonaron, porque eran instrumentos problemáticos. Noté que los músicos mayores, de Yes, los Moody Blues o Black Sabbath, me decían que el mellotron era una molestia, que se rompía todo el tiempo; mientras que los más jóvenes, que tienen tantas opciones para elegir, lo adoran y creen que si se rompe, es parte del carácter del instrumento, que es cool.”

El documental muestra el ascenso, la caída y el renacimiento de ambos instrumentos: en la actualidad, esos arcaicos aparatos aparecen en discos de Radiohead, Maroon 5, los heavies Opeth o el rapero Kanye West. “Creo que los artistas de hip hop se interesarán mucho sobre el mellotron cuando vean la película, sobre todo porque los que lo conocen se deslumbran, como Kanye. Por ejemplo, la parte rítmica del mellotron es una de las primeras máquinas de ritmo modernas. Hay gente que cree que es algo del pasado, por eso me resultó importante contar que hoy está por todas partes”, explica la cineasta. La moderna técnica del sampleo (grabar un fragmento de música y reproducirlo a placer a través de un teclado), que se usa en el rock, el hip hop y la música electrónica, tuvo su antecedente en las cintas que sonaban a través de una argucia mecánica en el interior del chamberlin. “Me resulta fascinante que la idea haya empezado con Harry Chamberlin en los años ’50, que no tenía nada que ver con lo que sucedió, y que tenga una conexión con la música de hoy... Es una evolución muy interesante”, dice Dilworth.

La película anterior de la cineasta, We are the children, trataba sobre los fans de Michael Jackson que fueron a apoyar al cantante durante el juicio por abuso de menores. “Me gustan los temas que tienen que ver con la música pero que no están al frente –explica Dilworth–. Los Beatles son la banda más grande de todos los tiempos, ok, pero casi nadie sabe qué es eso que suena en el comienzo de ‘Strawberry Fields Forever’, entonces quiero contar esa historia. Michael Jackson es la estrella pop más grande, pero afuera de la corte donde se lo enjuició encontré a la gente y quise poner el foco en eso. No es que no me gusten los documentales sobre las bandas, pero hay muchas historias detrás que no siempre se conocen. Los medios sólo se meten con los famosos, pero para mí es más interesante conocer las historias humanas que hay detrás de ciertos eventos.” (fuente: Página/12)

lunes, 23 de marzo de 2009

Libros de música: un género marginado

El mercado local del libro es muy pequeño. Por lo tanto, las taras que padecen los editores, generalmente condicionados por los señeros designios de los departamentos contables –que son los que deciden, aunque a los editores no les guste admitirlo–, se magnifican cuando encuentran eco en las muchas personas que forman parte del circuito del libro. Un caso emblemático es, en la actualidad, la curiosa identificación que se hace de la palabra “literatura” con la narrativa. Se excluye de ese modo a la poesía, a la literatura dramática y al ensayo que, según este esquema, tendrían sus propios foros y, por lo tanto, no deberían mezclarse en pie de igualdad con las novelas. Pero la discriminación va todavía más allá porque, precisamente, las novelas parecerían ser la única forma posible de la narrativa ya que, desde hace por lo menos un par de décadas, existe la superstición de que los cuentos no venden. En la Argentina, un país de cuentistas (cfr Borges, Cortázar, etc.), esto asume proporciones grotescas, sobre todo cuando una novela argentina suele vender apenas de 400 a 600 ejemplares, menos incluso que un buen libro de poesía. La superstición está instalada y se actúa en consecuencia.

Las cosas pueden ser peores, dado que, aun en los géneros frecuentemente marginados, se plantean otras posibilidades de marginación. La categoría ensayo, por caso, se suele presentar como exclusiva de los estudios culturales, de la historia política y social, de la literatura y de otras disciplinas, pero raramente de la música. Los libreros, a los ensayos sobre música, los ubican en los más recónditos anaqueles de sus librerías, junto con las biografías de músicos y los cancioneros que, como los editores locales acostumbran decir, al igual que las entrevistas y las correspondencias, no le importan a nadie. Y como para recordarlo, sin que medie criterio de colección alguno, de tanto en tanto alguna editorial publica un título aislado referido a la música que, sin contexto que lo sostenga, sirve para hacer que la autoprofecía se cumpla.

No es así como funcionan las cosas en el mundo de la edición anglosajona, francesa o alemana, donde existe y sobrevive Da Capo Press, una gran editorial dedicada a publicar exclusivamente libros sobre música. Y también hay lugar para esa literatura específica en Penguin, en Oxford University Press, en Gallimard, en P.O.L. y en Folio, cuyos catálogos además de los más diversos temas, no excluyen el ensayo musical. Como descargo, podrá decirse que en muchas universidades de los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y tantos otros lugares existe la tradición de hacerse cargo de lo producido en las carreras que allí se dictan y que, para esas casas de estudios, Musicología no es una excepción. En cambio, Eudeba, editorial de la Universidad de Buenos Aires, no tiene esa necesidad, ya que Musicología es hoy apenas una ínfima especialización en la carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Luego, cerrada la carrera de Musicología en la UCA, sólo puede cursarse una reciente Etnomusicología en el Conservatorio Manuel de Falla y, prácticamente, nada más.

Pero suponiendo que efectivamente hubiera alguna producción ensayística local alrededor de la música, basta con volver a consultar ese lugar ínfimo que los suplementos literarios les asignan a los libros de música y esos breves estantes que los libreros les reservan para tener una idea más clara de cómo están las cosas. Con suerte, el lector encontrará alguna referencia a las consabidas ediciones sobre el tango y su historia, que desde hace décadas y con diversos resultados viene desgranando la Editorial Corregidor. También, alguna que otra edición lujosa sobre el mismo asunto, a cargo del infatuado Horacio Ferrer. Random House/Mondadori alterna biografías de Bob Dylan o Chet Baker con malos libros sobre rock nacional, pobremente escritos y peor documentados, que existen sólo en razón de alguna coyuntura. En cuanto a las obras de referencia, allí están el Diccionario de la música de Eric Blom y la Historia de la música de Pola Suárez Urtubey, ambos de Claridad. También las enciclopedias de la española Akal –sus precios ridículamente altos las vuelven inalcanzables– y títulos de naturaleza histórica y biográfica de las más variadas editoriales y calidad desigual: por ejemplo, en un extremo, las pomposas biografías de músicos clásicos que publica la Editorial Javier Vergara y en el otro, los varios y muy buenos volúmenes sobre el tema del sello Adriana Hidalgo Editora, o las investigaciones de Sergio Pujol sobre música popular argentina, de Emecé. En cuanto a los ensayos, salvo el remanente de la serie Alianza Música –a precios exorbitantes– y algunos libros sobre jazz y otros géneros populares publicados por el Fondo de Cultura Económica, sólo pueden mencionarse sendos volúmenes de Esteban Buch –de Interzona y nuevamente de Adriana Hidalgo–, así como varios títulos de Diego Fischerman y uno de Federico Monjeau, publicados por Paidós cuando todavía era una editorial y no un sello del grupo Planeta.

Sin embargo, a lo largo de 2006, 2007 y 2008, algunas editoriales españolas comenzaron a desembarcar entre nosotros, llenando el vacío existente con excelentes textos sobre música y músicos, generalmente procedentes de algunas de las más importantes casas estadounidenses. Se trata fundamentalmente de Global Rhythm y, en menor grado, de Alba y El Acantilado. Las tres tienen sede en Barcelona y ya se distribuyen en la mayoría de las librerías argentinas, con precios que tienden a ahuyentar al comprador. No obstante, si se supera ese obstáculo, uno podrá darse por satisfecho no sólo por la frecuente tapa dura y la cuidada edición sino, más que nada, por el excelente contenido.

Alba, creada en 1993, alterna títulos clásicos –entre otros autores, ha publicado a Goethe, Thomas Mann, Zola, Saint-Exupéry, Jane Austen, Edith Wharton, Pushkin y Chéjov– y estudios y ensayos sobre música. El Acantilado, en cambio, es la empresa que creó Jaume Vallcorba en 1999, dedicada a la literatura clásica y de los países del Este, pero también a una serie de textos sobre musicología, donde pueden encontrarse títulos como Poética musical, de Igor Stravinsky, o La música como discurso sonoro, de Nicolaus Harnoncourt, o La Novena de Beethoven. Historia política del himno europeo, de Esteban Buch, o Arnold Schönberg. Etica, estética, religión, de Jordi Pons, entre otros muchos volúmenes. Por su parte, Global Rhythm Press, fundada en 2001, es una editorial independiente que se inicia a partir de la venta y publicación en quioscos de varios catálogos musicales (entre otros, la reedición de títulos de jazz de Blue Note). Pero luego, a través de varias colecciones, comenzó una actividad editorial más constante con las series Biorritmos (biografías de músicos), PoliRitmos (biblioteca de ensayo político, musicológico, histórico y literario) y Memorias (memorias de grandes intérpretes y compositores). Atendiendo a lo que hasta ahora llegó a nuestro país, los privilegiados por Global Rhythm son el rock –y sus inmediaciones– y el jazz, aunque Conversaciones con Glenn Gould, de Jonathan Crott, abre también el juego hacia la música de tradición escrita. Así, ahí está el primer volumen de las indispensables Crónicas, de Bob Dylan, al que recientemente se sumó, del mismo autor, la miscelánea de textos conocida como Tarántula –en su momento publicada en la Argentina y hoy agotada– y las ediciones futuras de las Letras, el Album 1956-1966 y Dylan sobre Dylan. 31 entrevistas memorables, de Jonathan Cott, que todavía no llegaron a nuestras librerías. También cabe mencionar Clapton. Una biografía, un muy crudo testimonio del que acaso sea el guitarrista eléctrico más popular del rock. Mención aparte merece Blancas bicicletas, una excelente mezcla de estudio cultural y manual sobre la producción musical, que firma Joe Boyd, mítico productor del primer Pink Floyd, pero también el descubridor de la Incredible String Band, Fairport Convention y Nick Drake. También debe destacarse el estudio Vida y milagro de Sgt. Pepper. Un disco para una época, de Clinton Heylin. La serie de rock se completa con un libro sobre The Clash, otro sobre Johnny Cash, un tercero sobre James Brown, una buena biografía de Ray Charles, los dos tomos de Ultimo tren a Memphis. Elvis, la construcción del mito, de Peter Guralnik, y Tom Waits. Conversaciones, entrevistas y opiniones, de Mac Montandon. En un terreno afín, queda Hippie, volumen monumental y profusamente ilustrado, de Barry Miles, el biógrafo de Allen Ginsberg, Jack Kerouac y Frank Zappa, además de co-autor con Paul McCartney de Hace muchos años, excelente autobiografía del ex beatle que publicó Emecé y que Planeta, sin ningún criterio de catálogo, saldó inoportunamente.

Pero es en el terreno del jazz donde se encuentran las mayores novedades. Alba publicó Bird. El triunfo de Charlie Parker, de Gary Giddins, y Monk, la clara y sintética biografía que el pianista y musicólogo francés Laurent de Wilde le dedicó a Thelonious Monk. Capítulo aparte corresponde a A Love Supreme y John Coltrane. La historia de un álbum emblemático y Miles Davis y Kind of Blue. La creación de una obra maestra, ambos de Ashley Kahn. Se trata de las “biografías” de discos considerados claves en la historia del género. También al mismo autor –pero en este caso en Global Rhythm– pertenece Impulse. El sello que Coltrane impulsó, un minucioso estudio sobre los orígenes, desarrollo y evolución de uno de los más importantes sellos discográficos dedicados al jazz. En los tres casos, el estilo ameno permite que la información erudita alcance un público más amplio que el de los meros estudios musicológicos. Puede decirse otro tanto de la magnífica biografía de Miles Davis, realizada por el trompetista británico Ian Carr –también autor de una biografía de Keith Jarrett, todavía no traducida al castellano– y de Vida y música de Bill Evans, del también británico Peter Pettinger. Se trata de libros que incitan a la escucha y, por qué no, a la reflexión sobre la música, que aunque parezca mentira, es mucho más que un mero tema de conversación. Entonces, supersticiones del mercado al margen, ¿qué más se les puede pedir a los libros? (Fuente: Perfil)

lunes, 16 de marzo de 2009

The Filter: un sitio de intercambio

The Filter (www.thefilter.com) es un proyecto encabezado por el talentoso e inquieto Peter Gabriel, quién el próximo domingo nos va a deleitar con su música, donde músicos pueden difundir sus trabajos sin intermediarios.

viernes, 13 de marzo de 2009

Los Beatles y un software

Sin moverse de su casa, los seguidores de Los Beatles podrán tocar sus instrumentos con un nuevo programa informático que recrea el estudio de Abbey Road en Londres, donde el célebre cuarteto grabó muchas de sus canciones.

Según informó el vespertino londinense Evening Standard, la empresa Propellerheads ha fabricado una réplica computarizada de los estudios a partir de los instrumentos originales de los componentes del grupo. Sí, de los ya míticos instrumentos de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.

Con la ayuda de docenas de micrófonos, los expertos grabaron varias versiones de las notas de los instrumentos para crear una biblioteca sonora que el usuario puede reproducir conectando un teclado musical a una computadora.

Los admiradores de los cuatro fabulosos de Liverpool también pueden controlar las mesas de mezclas que revolucionaron el sonido de la música contemporánea. Y además podrán manejar otros equipos usados en los años sesenta por los técnicos de Abbey Road.

Entre los instrumentos que se pueden tocar con el nuevo programa informático presentado figuran un sampler manejado para grabar el clásico de la banda Strawberry Fields Forever, donde Los Beatles lograron música rock, psicodélica, clásica e india en total armonía.

Los fans también disponen del famoso piano Mrs. Mills, utilizado en Lady Madonna, una canción con la que el grupo regresó momentáneamente al rock clásico después de su periodo más psicodélico.

El piano, fabricado en 1905, fue bautizado con ese nombre después de numerosas sesiones de grabación con el artista Mrs. Mills, que en los años sesenta compartió los estudios con Los Beatles.

En Abbey Road "se encuentran algunos de los instrumentos más famosos del mundo, y fue impresionante trabajar con ellos", dijo Timothy Self, el fabricante del programa informático, que, hasta la fecha, sólo estaba disponible para músicos profesionales. El precio también es para profesionales: 180 libras.

John, Paul, George y Ringo grabaron en esos estudios la gran mayoría de sus discos entre 1962 y 1970. Se incluyen Help, en 1965; Revolver, en 1966; y, claro, Abbey Road, en 1969. (Fuente: Clarín)

miércoles, 11 de marzo de 2009

Reedición MIA

Durante los años más terribles de la Argentina surgieron, no sin definir cierta paradoja, por lo menos tres fenómenos culturales que funcionaron como sutiles gestos de resistencia inorgánica: Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la revista Expreso Imaginario y la agrupación MIA (Músicos Independientes Asociados).

MIA nació en la casa de la familia Vitale, en Villa Adelina. Bajo la amplia manta espiritual y operativa de los estoicos Donvi y Esther, sus hijos Lito y Liliana, más Alberto Muñoz, Daniel Curto, Nono Belvis, Gustavo Mozzi, Kike Sanzol y muchos otros formaron una cooperativa artística independiente que desafió las reglas de la época para sembrar el germen autogestionario dentro de la música popular argentina: la Negra Poli, de los Redondos, dijo más de una vez que se inspiró en MIA para cristalizar el concepto de independencia con el que la banda de rock desarrolló su carrera.

MIA realizó históricas series de conciertos en teatros como el Santa María y el Lasalle, en los cuales cada espectador era inscripto en una ficha para recibir por correo información del grupo e incluso anticipo de discos. Así se fue forjando una mística, una rutina celebratoria. Con los talentos de Lito, Liliana Vitale y Alberto Muñoz estallando, MIA se movía básicamente entre los teclados sinfónicos de Lito, la voz experimental y siempre al límite de Liliana y los relatos históricos, poéticos y/o absurdos de Muñoz.

A la altura de la épica de aquella experiencia setentista, el sello independiente Viajero Inmóvil -con sede en otro sitio suburbano: Quilmes- acaba de reunir en una cuidadísima edición de dos CDs. material desperdigado de MIA, piratas imposibles que andaban por ahí, grabaciones inéditas. La escucha depara sorpresas gratas; también, por momentos, convoca a una mirada piadosa hacia ciertas desmesuras propias de la época. Igual, el gesto se mantiene incólume: basta escuchar Estadía en la casa de las arañas. El órgano sacro de Lito, la narración de Liliana y el recitado quebrado, desesperado, primal, de Alberto Muñoz desarmándose en un alarido: ¡Los años pasan y el absurdo queda!. (Fuente: Clarín)

jueves, 5 de marzo de 2009

Festival Documentales de Rock In-Edit

Esta noche, en las salas del cine Atlas Santa Fe (ASF) y el Atlas Recoleta (AR), arranca la versión local de In-Edit, el Primer Festival Internacional de Cine y Documental Musical, que reúne 29 filmes la mayoría de ellos relacionados con el mundo del rock. El festival, que se extenderá hasta el domingo, permitirá acceder a varios títulos inéditos para el público argentino.

La apertura, hoy, a las 21.30, será con la proyección de NY77. The Coolest Year in Hell, de Henry Corra, en el Atlas Santa Fe 1 (Repite, mañana, 21.40, AR, y domingo, 17 hs, ASF), y 100 Pájaros, de Sergio Bellotti, en la Sala 2 (domingo, 21, ASF). Mientras la película de Corra refleja el clima neoyorquino de uno de los años claves de la cultura pop norteamericana, en la que convivían el naciente hip hop con la disco y el punk, el filme de Bellotti centra el foco en la visita de Los Rodríguez a la Argentina en 1994.

Entre los títulos principales, se destacan Johnny Cash At Folsom Prison, registro de un concierto que el cantante dio en 1968 en la cárcel, del que participaron también Carl Perkins y June Carter (mañana, 19.30, ASF y sábado, 17.15, AR), The U.S. vs. John Lennon, que relata los días de John Lennon en Estados Unidos, según el foco de David Leaf y John Scheifeld (mañana a las 15) y Curt Cobain About A Son, donde el líder de Nirvana narra su propia vida (mañana, 23.15 y domingo, 17, ASF).

Oasis: Lord Don't Slow Me Down, filme que retrata a la banda en 2005 (sábado, 19.30, ASF), Everyone Stares The Police, de Stewart Copeland (mañana, 1.30 ASF y domingo, 15, ASF) y Gimme Shelter, documental sobre los Rollin Stones filmado en 1970, son otros de los títulos que sobresalen en la programación.

El punk tendrá su lugar con The Clash Westway to The World, de Don Letts (mañana, 21.30, ASF), y End of the Century, de Jim Fields y Michael Gramuglia (mañana, 23.30, ASF y sábado, 1, AR), en torno a la his toria de los Ramones.

También tendrán su espacio los '70, con The Godfather of Disco, de Gene Grahamen, que relata la trayectoria de Mel Cheren, co-propietario del sello West End Records (, mañana, 15, ASF y sábado, 21.15, AR), el metal, con Metal: A Headbanger's Journey del canadiense Sam Dunn (mañana, 21.30, ASF y sábado, 19.10, AR) y el ala oscura del pop, con Joy Division, de Grant Lee (mañana, 1.15 y domingo, 19, ASF) y The Pixies Loud Quite Luod, testimonio de la reunión de la banda, en 2004 (sábado, 23.45 y domingo, 23.35, ASF).

La producción local tendrá, además de 100 Pájaros, a Babasónicos, el flamante documental sobre la banda, dirigido por Daniel Melero (sábado, 21.30, ASF), Hay lo que hay, un resumen de los primeros 10 años de la banda Pez (mañana, 20, ASF), Algo va a pasar, que registra la grabación del primer CD de Umatic (mañana, 20, ASF), y La Cocina, de Jorge Villar (sábado, 21.45, ASF).

Nina Simone: Love, Sorceress...Forever (mañana, 15 y domingo 17, ASF), Vinicius, de Miguel Farra (sábado, 15, ASF y domingo, 15, AR), Loquillo, Leyenda Urbana, (mañana, 17.20, ASF y domingo, 17.30, AR) y fearless Freaks The Flaming Lips (sábado, 23 y domingo, 21.30, ASF), son otros filmes que componen la grilla. (fuente: Clarín)

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