martes, 9 de junio de 2009

Sellos virtuales

La industria musical no atraviesa su mejor momento, pero la música goza de salud envidiable. La crisis es de distribución, no de creación. Y una solución es el sello online, el netlabel. “La labor de los netlabels fue menospreciada durante años por los medios de comunicación tradicionales”, dice el compositor de música electrónica Björn Hartmann. “Se habla mucho de la batalla judicial de la industria contra el intercambio de archivos, pero no se presta atención al idilio entre sellos independientes y ciberespacio.” Fruto de esa alianza son las discográficas online, que relacionan a público y artistas. Los creadores ceden gratuitamente sus temas y los responsables de los netlabels los distribuyen gratis a través de su web. La relación es armoniosa: el consumidor no paga y el artista no cobra, y ambas partes son conscientes de su papel. Es un contrato inusual, pero acorde con los valores democráticos y participativos de la Web 2.0.

No existen datos fiables sobre el número de netlabels, pero basta echar un vistazo a The Internet Archive (Archive.org) para percatarse de su importancia: mientras en octubre de 2004 la página albergaba cerca de 130 netlabels y unas 3200 grabaciones, en diciembre de 2008 reunía más de 600 discográficas online y 13.000 archivos sonoros. Patryk Galuszka, científico y economista polaco de 30 años, analizó esta escena a finales de 2008. Recurrió a dos catálogos famosos para sacar conclusiones: los alemanes Phlow Netlabel Catalogue y Rowolo.de. También visitó The Internet Archive, Sonicsquirrel.net y Last.fm. “Entonces trabajaba en el Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades en Colonia, Alemania. Un total de 569 netlabels recibieron mi cuestionario y 337 lo respondieron. La primera parte de mi investigación está terminada, pero sigo con las entrevistas”, explica Galuszka. De su estudio se desprende que los netlabels son difíciles de rastrear porque aparecen y desaparecen constantemente. De los que sobreviven, muchos nacieron después de 2003 y las más antiguas entroncan con el movimiento de los demos, los sellos en casetes y el do it yourself (“Hacelo vos mismo”).

Las potencias de netlabels son Alemania (64), EE.UU. (41), Italia (25) y España (21). Quetzal Contla, uno de los fundadores de Netlabels & News, página especializada en noticias sobre lanzamientos y curiosidades de los sellos digitales, dice que “en Alemania e Italia el movimiento está organizado. Cuentan con una estructura, con más presupuesto y apoyo por parte de las autoridades, para organizar fiestas, por ejemplo. En España, Portugal, México y EE.UU. hay una cantidad considerable de netlabels, pero no existe una comunidad tan fuerte”. “Los netlabels plantean muchos interrogantes sobre la industria musical y su modelo de financiación. Los actores involucrados no sacan dinero de ahí, tienen otros trabajos”, explica el británico Christian Negre, responsable de Netaudio.es, una plataforma que reúne sellos y artistas digitales.

Según Negre, siempre fue así: al no tratarse de un negocio, el sector online no entró en crisis. “Para financiarse, organizan conciertos y fiestas. Y construyen una imagen del sello como si fuera un club, con sus fans y todo. También venden merchandising, como camisetas con el logo de la discográfica.” Este ex DJ y profesor de secundaria insiste en la relación entre público y artistas: “Antes de los conciertos, los grupos preguntan en el foro del netlabel los temas que quieren que toquen”. Un diseño muy cuidado es otra de la característica del fenómeno. Las discográficas digitales idean las portadas, los carteles de sus conciertos y sus flyers. En el equipo siempre suele haber un diseñador gráfico.

Fuera del ciberespacio también existe una escena de netlabels, con sus festivales, sus fiestas y conferencias. El festival Sónar fue una plataforma para los sellos online. Netaudio organiza una reunión anual en Barcelona, y la tercera, el próximo mes de octubre, será en el Centro de Cultura Contemporánea, en la que habrá charlas, sesiones de disc jo-ckeys y conferencias. “Netaudio es una plataforma internacional. Se celebran encuentros en más ciudades. Berlín y Londres son las que más presupuesto tienen. Moscú, Berna y varias localidades italianas, como Florencia, Roma y Milán también organizaron los suyos”, señala Negre. “Tenemos foros internos, pero no una estructura tan potente como para considerarnos un organismo internacional”, dice.

Christian Negre creó su netlabel en 2004. “Era DJ profesional. Hacía mezclas con amigos de Canadá y de Inglaterra, a través de la red. Nos dimos cuenta de que los temas se descargaban en distintas partes del mundo a través de redes de P2P. Decidimos fundar un sello, Open3.net, que tiene 33 referencias y no repite ningún grupo. Mi intención es trazar la historia de los netlabels mediante nuestro catálogo”, explica. El modelo se despidió hace años del mundo físico. Resulta paradójico que mucho antes de la crisis que afecta a multinacionales e independientes como Touch and Go (que dejó de ser distribuidora en febrero), existiera una fórmula basada en compartir música online. Si bien, como señala Negre, esta subescena está cambiando: “Algunas discográficas desaparecen, otras se convierten en sellos tradicionales o copian el modelo de iTunes y el pago por descarga. Creo que vender es un modelo obsoleto. Los netlabels deberían seguir experimentando y siendo inconformistas”.

Miguel Angel Lastra, de AddSensor, matiza: “Es un modelo rebelde, sí, pero la música no es completamente libre, depende de la licencia con la que se distribuya. Normalmente, son de libre copia y distribución, y en algunas ocasiones con la posibilidad de hacer obras derivadas, como en nuestro caso”. Lastra se refiere a las licencias Creative Commons (CC), que permiten elegir entre distintas modalidades: Attribution permite la copia, distribución y presentación pública de una obra siempre que se cite al autor; la licencia Non-commercial permite lo mismo, pero siempre que no se realice con fines comerciales. Según Galuszka, sólo el 5 por ciento de los 337 netlabels usaron el clásico copyright, y el 44 por ciento empleó CC. Quizá los netlabels son una deriva de los viejos demos; pero, a diferencia de aquellos, beben de todas las fuentes sin pararse en fronteras geográficas o idiomáticas. La única frontera se llama dinero.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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