miércoles, 22 de julio de 2009

La resistencia de las disquerías: El Agujerito

Concluía la década del sesenta, y para todos los jóvenes aprendices de rockeros de Buenos Aires era una verdadera odisea conseguir LP de bandas claves como las británicas Cream o Traffic o las norteamericanas Moby Grape o Love. Apenas se lanzaban al mercado las ediciones locales de los discos de los Beatles o los Rolling Stones. La opción, claro, si había algún dinero, era darse una vuelta por la legendaria disquería El Agujerito, en el local 10 de la Galería del Este y atesorar alguno de sus álbumes importados (que venían rigurosamente envueltos en papel de celofán), y que costaba el triple de los discos locales.

Para hablar de El Agujerito nadie mejor que Daniel Nijensohn (también experimentado DJ), dueño y alma del negocio, tan flaco y desgarbado como amable (de ojos levemente sardónicos y falso aire de despiste), un verdadero conocedor del gusto de cada cliente, y un experto en el azar de guiarlo hacia nuevos campos musicales. "El agujerito ?cuenta? fue creada como disquería especializada en jazz y rock en 1969, en los comienzos de la Galería del Este, por los hermanos Gabriel y Rolly Epstein (y por Susana Silva, que estaba casada con Rolly). Los hermanos Epstein eran hijos del dueño del Club Internacional del Disco. El logo y el nombre del local (y el dibujo de una mano en la vidriera) eran bien sesentistas y son de Oscar "Oso" Smoje (inspirado, creo, en un diseño de Luis Felipe Noé). El de la Galería del Este fue el primer local de El Agujerito. El segundo, estuvo en Marcelo T. de Alvear 777, y era gigante al lado de éste. Hubo un tercer o, en Cabildo y Olazábal. Y hubo un cuarto, muy pequeño, en la Galería Bond Street."

El negocio de la Galería del Este se convirtió en cita obligada de músicos jóvenes. "Entre los músicos de rock nacional que atendí se contaron Litto Nebbia (que tenía una muy importante colección de discos), Gustavo Cerati, Sandra Mihanovich, Daniel Melero y los chicos de Babasónicos. Con el que tenía una muy buena relación era con el Indio Solari, que paró de venir a comprar en 2001, con la crisis."

Adaptarse a los cambios

El Agujerito se adaptó siempre rápido a los cambios. Pasó por el período de los cassettes y el walkman y fue de las primeras en pasar del vinilo al CD, en los años ochenta. Consultado acerca de los avatares de su negocio, Nijensohn afirma: "Los cambios edilicios en la Galería no nos afectaron. Más importante fue lo que ocurrió en toda la zona. Recordemos que en sus inicios, la Galería del Este vivía abarrotada de gente. Esto era como el centro del Buenos Aires vanguardista de fines de los años 60 y comienzos de los 70. No sé bien en qué momento este sitio dejó de ser un lugar de ebullición de ideas y de cosas. La ciudad tiene hoy otros «centros», la actividad pasa por Palermo o Belgrano. También aparecieron en los 90 los shoppings que se empezaron a chupar la gente. Así que si sobrevivimos a esos desplazamientos del interés de la gente, las reformas de la galería no nos afectaron. Estaba en obra, había escombros por todos lados y nuestros clientes de alguna manera pasaban y seguíamos vendiendo discos."

Los clientes de El Agujerito en la actualidad son gente de más de 30 años y la disquería se luce especialmente en la búsqueda de rarezas discográficas en el exterior. "Es una comodidad para nuestros clientes y un servicio muy bueno. El tiempo de búsqueda puede variar de una semana a diez años (risas). Bueno, no tanto, pero he conseguido discos difíciles hasta dos años después de que me los encargaran. Claro que no trabajamos tanto con DJ o gente que necesite los CD con urgencia. Con los años, el negocio se fue achicando, ya están lejos los tiempos en que hacíamos traer contenedores cargados con 10.000 discos."

Nijensohn comprende las consecuencias que para su actividad traen los jóvenes acostumbrados a bajar música de Internet. "No pienso demasiado en el tema, porque mi disquería es básicamente para personas de 30 o 40 años que tienen un poquito de plata y no les interesa ir a una megatienda a revolver por horas para encontrar lo que buscan."

Ernesto G. Castrillón (Fuente: La Nación)

lunes, 20 de julio de 2009

TOMAS COOKMAN, FUNDADOR DEL LATIN ALTERNATIVE MUSIC CONFERENCE

Las mamposterías vacías de Virgin Records en Manhattan son el síntoma inequívoco de que las cosas están cambiando a una velocidad inesperada. Esto está pasando ahora. Ahora. Las vidrieras vacías de música, los locales con el cartelito de alquiler. Un lugarcito para discos en Best Buy, algo en los supermercados, y alguna que otra tienda especializada. Y nada de andar echándole la culpa a la crisis internacional. La premonición de que en diez años (se decía en 1998) el negocio de la música iba a cambiar indefectiblemente se está cumpliendo en parte, porque si bien es cierto que el CD como soporte tiende a quedar como referencia física, tampoco podría asegurarse que las discográficas desa-parecieron (ésa era la tesis más apocalíptica), sino que ingresaron nuevos actores en juego, que se quedaron con otras partes de la torta. En ese contexto de fin de una era, mientras en la ciudad hiperconectada de Nueva York pareciera que ya no se puede salir sin un iPhone o una notebook para saber a dónde ir, el Latin Alternative Music Conference de Estados Unidos, que se realiza cada año, ha realizado un aporte triple. Por un lado, revaloriza la música de rock latino (que no es lo mismo que la música latina), propone irónicamente un escenario para hacer contactos entre productores y músicos de América latina (¿hay que ir a Nueva York para poder tocar en Colombia?), se mete en el mercado latino de Estados Unidos y va más allá: la foto de Bomba Estéreo en la nota de apertura de la sección de música de The New York Times es prueba de ello. “No tratamos de vender un baile, una moda de vestir, o un sonido, sino que hay buena música para escuchar”, se despega del producto Tomás Cookman, creador de esta conferencia, y eximio productor de rock de América latina en este mercado, en exclusiva para Página/12.

–¿Qué pasó en estos diez años en el mercado de la música?

–Como pasó en todo el mundo, lo que era cierto hace diez años ya no es cierto. La verdad es que muchos panelistas que eran muy poderosos hace 10 a 12 años ya no son tan poderosos. Están trabajando en otra cosa, no están en la música. Y hay nuevas caras, nuevas ideas, es una reflexión de lo que está pasando mundialmente. Aquí, en el LAMC, todavía hay muchas caras nuevas. Este año pasé más tiempo diciendo “encantado de conocerte” que “hace mucho que no te veo”. Hay muchas bandas muy buenas. Cada vez hay más y más bandas, hay apoyo de marcas y de la ciudad de Nueva York. La razón principal es que hay buena música.

–¿Hay pretensión de que el público sajón conozca al rock latino?

–Es importante lo que salió en The New York Times, que es un gol de media cancha. Hay radios importantes en Austin, en Portland, que nos están apoyando. Las radios latinas de Nueva York no nos van a apoyar, eso ya lo sabemos. Y está bien, si están pasando a Cristian Castro y Chayanne, es muy raro que pasen un tema de Nortec Collective después. Pero hay una audiencia, es un país muy grande. Chayanne necesita su propia radio, nosotros también necesitamos una radio. Todavía no ha llegado, pero estamos en mucha programación norteamericana.

–Es la hora de una radio de rock latino.

–Por supuesto, pero el negocio de la radio va mucho más allá del formato. Hay muy poca gente en la radio pensando en la música. El negocio vale tantos millones de dólares que parece imposible. Sin embargo, estamos en eso...

–Pero la radio es un negocio para generar otros negocios.

–Y una buena muestra de eso es México con la emisora Reactor, que no sólo existe sino que hace éxitos. Bandas que sólo se pasan en Reactor y que están tocando ante 1000 o 3000 personas. Reactor está haciendo una generación de éxitos, y no es como las radios de la vieja guardia, que había que trabajar de una manera, pagarles de una manera y hacer los trucos horribles del pasado.

–¿Cómo nació el LAMC?

–Acá había varias conferencias, como el New Musical Examiner, que era sobre la música nueva, y esas conferencias tenían un panel el primer día a la mañana. Valía la pena hacer más y abrimos la puerta: el primer año vino mucha gente y desde entonces siempre vino más. Fuimos cambiando de hoteles, lo hicimos en Los Angeles, pero Nueva York era siempre el lugar ideal para venir. Este hotel Roosevelt no es tan complicado. Nadie se va a poner nervioso porque tiren un vaso de cerveza. La ciudad de Nueva York nos apoya mucho también, ellos tienen una comisión de Entertainment latino y nos ayudan con los shows de Central Park, los de Brooklyn.

–Este año le dieron un reconocimiento Discovery (descubrimiento) a los argentinos Banda de Turistas. ¿Por qué se lo dieron a ellos?

–En años pasados ganaron Kinky, Pacha Master... yo vi a Banda de Turistas en Buenos Aires, Mario Caldato me mostró unas canciones, y llegó el disco y me gustó, y un par de días antes del showcase dije: “Bueno, tenemos un ganador”. Me pareció una propuesta honesta, veo mucha pasión en ellos y muy buenas canciones. Este año veo en los medios de este lado del charco que Bomba Estéreo estuvo en todos lados, y eso pasa. Nadie tenía la menor idea de quién era Banda de Turistas y ahora los conocen. Bomba Estéreo está tocando en todos lados. El LAMC no son sólo latinos sino también agentes, radios, como hace años era el movimiento de punk rock, de hip hop: hasta que el hip hop llegó a las radios pasó un tiempito.

–¿El show sigue siendo la gallina de los huevos de oro del rock?

–Sigue haciendo la diferencia, viéndolo en vivo en barcitos de Brooklyn...

–Hace 300 años era la única manera de escuchar música, y ahora es la única manera de ganar plata.

–Lo único que no se cayó es el deseo de escuchar música y hacerla. Un CD de plástico que valía 20 dólares era muy caro. Pero tampoco debería ser gratis. Creo que vamos en el medio de algo. Si el público estuviese en otra cosa, en videojuegos solamente, nos preocuparíamos. Pero no es así, incluso ahora hay más gente escuchando música que antes.

–Es una manera de achicar intermediarios.

–Exacto.

–¿Cómo se convirtió en productor?

–Cuando empecé a manejar a Los Fabulosos Cadillacs, en 1991, al rato ya tenía dos o tres bandas, y abrí un sello, una compañía de marketing; de repente había 16 personas diciendo “pagame el 30 de cada mes”. Yo creo que hay que pensar dos veces lo que uno pide, porque a veces le llega. Pero lo más importante es que estoy haciendo lo que me gusta, porque también en este país hay una larga historia de gente que no contesta los mails, que no es profesional. Es ridículo, el mercado está, el público está, hay mucho por hacer.

–¿Hay interés por el público sajón, o con el latino alcanza?

–Hay muchos latinos que no hablan español, que hablan español como los argentinos con apellido italiano hablan italiano, aunque se sienten latinos. El ser latino va mucho más allá del idioma. Es difícil de entender cuando el idioma es parte de la identidad.

–Para el mercado sajón, ¿el rock latino no es más bien una curiosidad de la world music?

–Esto va más allá: hoy con Internet, hay radios como KCRW de Los Angeles, que es una radio superimportante, que están apoyando mucho a estas bandas. En Austin, Texas, están los mexicanos, pero también hippies, inmigrantes, jóvenes.

–¿Es una necesidad de renovación del rock sajón?

–Con las giras, esas cosas ya salen a nivel orgánico, gracias a Pitchfork, CMG o blogs que apoyan estas bandas. Imagínese, si Bajofondo hace giras por 20 o 30 ciudades de Estados Unidos, y si su audiencia es el 30 por ciento latino, es mucho. Nortec Collective, por ejemplo, cuando tocan en Cincinnati, Houston o Memphis, tiene el 20 por ciento de público latino. Hay mucha gente en este país.

–¿Cuál es el negocio de la música?

–Es muy diferente para diferentes bandas. Cambia de artista a artista, algunos giran mucho y hablamos mucho de los shows. Otros, como Instituto Mexicano del Sonido o Pinkertones, ganan mucha plata con licencias de marcas que usan mucho su música. Y otros venden mucho merchandising, como Molotov, que venden remeras a morir. Hay diferentes maneras.

–¿Y el negocio digital? ¿El disco es sólo referencia física?

–Hay lanzamientos donde el 70 por ciento es digital, entre iTunes latinos, Amazon y e–music. Los tres apoyan mucho y tienen presencia muy grande, son más que suficientes. En Amazon se puede comprar en formato físico o digital.

–¿Ha bajado definitivamente la venta de discos?

–Hay artistas que todavía venden el demo entre el público. Pero Nortec Collective, por ejemplo, vendió un 70 por ciento digital, porque su audiencia es online.

–¿El negocio es 360 grados, o sea, todo el negocio de la banda en su conjunto?

–Cuando tiene sentido sí. Como tenemos una larga experiencia podemos hacerlo, pero no todos pueden hacerlo. Hay que ser realista con los presupuestos. Si no, se acaba el negocio pronto.

Manu Chao en Estados Unidos

En marzo de este año, cuando Manu Chao pasó por Buenos Aires se preguntó en un reportaje en el suplemento NO: “¿Hasta qué punto Obama no era una gran operación de marketing?”. El título de la nota recorrió el mundo, cerca de 60 medios internacionales publicaron extractos de la entrevista, pero lo cierto es que Manu Chao también decía en esa nota que se había emocionado con la asunción de Barack Obama. Como sea, lo cierto es que Radio Bemba llegó en un momento político, con cola de viento para la trova esperanzadora del músico francoespañol, en un país donde nunca se sintió muy a gusto. Tomás Cookman tuvo bastante que ver con eso.

–¿Cómo fue la llegada de Manu Chao a Estados Unidos? Hacía mucho que no venía.

–Primero tocó en el tercer LAMC, hace ya bastante tiempo. El era bastante underground, y la gente que lo conocía era un club secreto, grande pero secreto, un código ultraglobal. Pero ya con el último disco se hizo un trabajo muy fuerte, además de tener el lujo de poder trabajar con él. Me gusta y pienso que la gente debería escucharlo. Hicimos el trabajo típico de mandarlo a todos los medios, y apoyaron, entonces empezó a salir en Spin, en Rolling Stone, y pueden leer su opinión del mundo. El no quería andar por Estados Unidos...

–No había entrado en el mercado durante muchos años.

–La primera vez que hicimos una gira larga, la pasó bien en el primer show, la pasó bien en el segundo show, la pasó bien en el tercer show, conoció muchos norteamericanos y él me decía: “Mis amigos en España están pensando que estoy loco que no estoy hablando mal de Estados Unidos”.

–Le pregunté en marzo si había sido algo así como banda de sonido de Obama...

(Se ríe.): –Cantando “We are the world”, toda la noche... ¿Qué país no?

–En algún momento sintonizaron...

–Sinceramente, primero hicimos un Nueva York o un Tijuana. Pero en el primer viaje largo de Manu Chao en EE.UU., su visión empezó a cambiar. Yo sabía que él tenía que conocer a un carpintero en San Francisco, un vendedor de autos en Seattle, ahí se ve a la gente y no los tontos obvios que todos conocemos, y a él le gusta sacar la guitarra y cantar en cualquier esquina y se fue con lo que yo pienso que fue un buen gusto, y volvió. Le fue super bien, hicimos cosas que no le gusta hacer, como prensa, pero parece que le gustó porque volvió. (Fuente: Página/12)

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...