Blog de la materia "Vanguardias Musicales". Instituto de Tecnología ORT. Carrera Artes Electroacústicas.
lunes, 28 de diciembre de 2009
Confirmada la visita de un grande
miércoles, 9 de diciembre de 2009
La vuelta del tocadiscos
viernes, 4 de diciembre de 2009
Festival de cine y música en San Isidro
jueves, 3 de diciembre de 2009
Comienza el Festival de Jazz 2009
Para poder conocer la grilla completa ingresa aquí.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Llega TED a la Argentina
El espíritu que atraviesa a TED es "abrir la cabeza" o "pensar fuera de la caja" para inspirarse en cada una de las actividades que uno desarrolla en su vida cotidiana, ya sea músico, científico, economista, artista, etc, etc.
Algunos de los oradores que pasaron son: Oliver Sacks, J.J Abrams, Bill Gates, Gordon Brown, entre otros.
martes, 1 de diciembre de 2009
Experimentando con el sonido
Un poco de humor...Los Muppets
martes, 24 de noviembre de 2009
El caso de las orquestas juveniles
Patricio Jiménez: se fue un vanguardista del folklore
lunes, 23 de noviembre de 2009
La visita de Larry Coryell: padre del jazz-rock
martes, 17 de noviembre de 2009
Inspiration Fest en Buenos Aires
Ciclo de cine de rock and roll
Ballet Mecanique
Festival In-Edit
lunes, 16 de noviembre de 2009
La música y la pasión
Reediciones rock nacional
jueves, 12 de noviembre de 2009
Concierto gratuito homenaje a Mauricio Kagel en el Konex
Programa:
1- LA TORRE DE BABEL (2002)
Seis canciones del ciclo, en alemán, húngaro, hebreo, latín, francés y castellano.
Klara Csordas, mezzosoprano.
Romina Pedroli, bailarina
Coreografía: Diana Theocharidis
2- SEIS MARCHAS PARA MALOGRAR LA VICTORIA (1978-9), para instrumentos de viento y percusión.
Adriana Montorfano, flauta y piccolo
Federico Landaburu, clarinete
Julián Goldstein, trompeta
Emiliano Barri, saxo tenor
Pablo Mosteirin, saxo barítono
Hernán Martel, tuba
Oscar Albrieu Roca, percusión
Gonzalo Pérez, percusión
Compañía Oblicua, dirección: Marcelo Delgado.
3- ZWEI AKTE/ DOS ACTOS, para dos bailarines, arpa y saxofón. (1988)
Lucrecia Jancsa: arpa
Alejandro Soraires: saxo
Johanna Cessiecq y Julián Garcés, bailarines
Entre las obras se proyectará un fragmento del film Süden, de Gastón Solnicki, 2006.
Coreografía: Diana Theocharidis
Escenografía: Graciela Galán
Vestuario: Graciela Galán y Julián Garcés
Asistente de Vestuario: Analía Manouelián
Asistente de escenografía: Mariela Solari
Iluminación: Pablo Fontdevila.
Coordinación de producción: Natalia Iñón
Dirección de escena: Diana Theocharidis
viernes, 6 de noviembre de 2009
Nuestra relación con el sonido
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Ciclo de documentales de música
Cortometraje Los Redondos
martes, 3 de noviembre de 2009
Interesante reflexión sobre el rock
lunes, 2 de noviembre de 2009
Festival de música klezmer
This is it: un documental para tener en cuenta
viernes, 30 de octubre de 2009
Documental sobre Inteligencia Musical
jueves, 29 de octubre de 2009
Feria Internacional de la Música
Para mayor información www.bafim.buenosaires.gov.ar
martes, 27 de octubre de 2009
Una buena noticia: reabre Notorious
viernes, 23 de octubre de 2009
La noche de las disquerías
jueves, 22 de octubre de 2009
Confirmada la presentación de Spinetta
jueves, 8 de octubre de 2009
La visita de Arturo Sandoval
martes, 6 de octubre de 2009
Festival de Guitarras
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Ley Nacional de Música
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Entrevista a Litto Nebbia
jueves, 17 de septiembre de 2009
El muro de sonido de Grateful Dead
El muro de sonido (Wall of Sound) era un enorme sistema de sonido diseñado específicamente para Grateful Dead. El grupo nunca quedaba satisfecho con los sistemas propios de los locales donde tocaban, entre ellos el prestigioso "Fillmore East" manejado por Bill Graham; así que en sus inicios, el técnico de sonido Owsley "Bear" Stanley les diseñó una PA y un sistema de monitorado. Los sistemas de sonido de Stanley eran delicados y remilgados, teniendo que detener conciertos frecuentemente debido a causas técnicas. Tras la encarcelación de Stanley por producción de LSD en 1970, el grupo volvió a utilizar durante un breve tiempo PA's locales, hasta que les parecieron menos fiables aún que los sistemas concebidos por su técnico. En 1971 compraron a Alembic Inc Studios su primer sistema de sonido sólido. A raíz de esto, Alembic jugaría un rol integral en la investigación, desarrollo y producción del muro de sonido. El grupo también contrató a Dan Healy aquel año en lo que sería un cambio hacia una base permanente; Healy era mucho mejor ingeniero que Stanley y continuó mezclando los directos de Grateful Dead hasta 1993.
La razón que llevó al desarrollo del muro de sonido era conseguir un sistema de sonido libre de distorsión que funcionara al mismo tiempo como sistema de monitorado. Tras la liberación de Stanley de la prisión a finales de 1972, éste, junto con Dan Healey, Mark Raizene del personal de sonido de Grateful Dead, y Ron Wickersham, Rick Turner y John Curl de Alembic Inc lo consiguieron combinando once sistemas de sonido independientes. Voces, guitarra solista, guitarra rítmica y piano disponían de su propio canal y conjunto de altavoces. El bajo de Phil Lesh era cuadrafónico, con cada una de sus cuerdas asignada a un canal y conjunto de altavoces propio. Un canal amplificaba el bombo, y dos más amplificaban el resto de la batería en estéreo. Debido a que cada altavoz emitía el sonido de sólo un instrumento o voz, el sonido era excepcionalmente claro y no se producía distorsión por intermodulación de instrumentos.
El muro de sonido fue diseñado para servir como sistema de monitorado propio, y consecuentemente se montaba detrás del grupo, de forma que sus miembros pudieran escuchar exactamente lo mismo que escuchaba la audiencia. Debido a esto, se tuvo que diseñar un sistema especial de microfonía para evitar el feedback. Dead utilizaba agrupaciones de pares de micrófonos condensadores separados 60 mm entre ellos y desincronizados. El cantante cantaba en el micrófono más alto, y el bajo captaba cualquier otro sonido presente en el entorno. Las señales se sumaban, y se cancelaba el sonido que era común a ambos micros (el sonido del muro), amplificando sólo las voces.
El Muro de Sonido empleaba 89 amplificadores a transistores de 300 vatios y tres a válvulas de 350 vatios para generar un total de 26.400 vatios de potencia. Era capaz de producir sonido audible a un cuarto de milla y un sonido excelente hasta los 600 p, distancia a partir de la cuál se empezaba a distorsionar a causa del viento. Fue el sistema de sonido portátil más grande jamás construido (aunque "portátil" es un término relativo). Se necesitaban cuatro camiones y 21 miembros del personal para transportar y ensamblar el muro de 75 de toneladas.
Aunque el montaje inicial y una especificación rudimentaria del sistema se desarrollaron en febrero de 1973, Grateful Dead no empezó a dar giras con el sistema completo hasta un año después, en 1974. El muro de sonido era muy eficiente para su época, pero tenía sus inconvenientes, además de un tamaño exagerado. El teclista Ned Lagin, que estuvo de gira con el grupo durante 1974, nunca dispuso de una entrada exclusiva en el sistema, viéndose forzado a utilizar el subsistema de voces como amplificación. Como el sistema de voces se modificaba a menudo, muchas de las partes de Lagin se perdían en las mezclas. El formato cuadrafónico del Muro nunca se registró correctamente a las cintas de grabación de ese período, quedando el sonido comprimido en un formato estéreo poco natural.
El elevado coste de combustible y personal, así como las fricciones con muchos miembros del personal (y parásitos asociados), contribuyeron al "retiro" de la banda en 1974. El Muro de Sonido fue desmontado, y cuando Dead volvieron de gira en 1976, lo hicieron con un sistema de sonido más práctico en cuanto a logística. (Fuente: Wikipedia)
lunes, 14 de septiembre de 2009
El auge de la música experimental
Sin embargo, desde el estallido social de 2001, explotó en casi todo el país. Como un grito de revulsión estética, poniendo en el sonido la más cruda representación de la vida cotidiana, esta música “para pocos”, según los medios masivos que la ignoran consecuentemente, se expandió como un virus entre los músicos de todo el país. Fuera de todo amparo, sus artistas comenzaron a generar ciclos, eventos y series para inundar de experimentación nuestras ciudades. No fue ajena a esta expansión la aparición de la web 2.0 y sus estimulantes formatos “hazlo-tú-mismo”, con la consiguiente y facilitada distribución de información entre la comunidad interesada.
Los nuevos contextos son salas en desuso, casonas recicladas, livings de casas, galerías de arte, bares, galpones y también museos. A contramano de las normas y en sintonía con una sana prepotencia anarquizante, la música experimental devino marginal y clandestina, sin habilitación ni licencia para existir, sonando en cuanto espacio la acepte, poblando reductos incómodos pero libres, inaugurando modos de convivencia pública con artistas de distintas disciplinas pero idéntica actitud, que viven las mismas penurias pero que no dejan de activar situaciones e inventar excusas para intercambiar energía en sus lugares de acción.
La crisis económica contribuyó sin duda a deprimir fatalmente el campo de apoyos, pero la escena experimental no dejó de crecer. En sus actividades no pareciera incidir el grado cero de interés reflejado a través del mutismo del mercado y de sus vías de difusión e intercambio, como siempre ocurre con las nuevas corrientes estéticas cuando no buscan el efecto comercial: es como si no existieran.
En esta nueva escena, fuertemente establecida local e internacionalmente, habitan exponentes de distintas generaciones, tendencias y personalidades, formados en diferentes escuelas o meramente autodidactas y con proyectos muy disímiles. Podría decirse, en un plano idealista, que cada uno es una escuela en sí mismo.
ANTIMERCADO. El campo experimental edita caseramente sus productos y los ofrece en sus presentaciones públicas. El material circulante es mayormente CD-R, aunque su gráfica sea profesional y su música esté bien grabada. Visto así, amparado por el silencio mediático reinante, alguno podría pensar que la música experimental no existe.
¿De qué música hablamos? Si fuera posible describirla con palabras, es aquella que se descubre a sí misma en cada interpretación, la que no puede ser fijada más que en una partitura mutable y que impulsa la creatividad del músico que se le arrima. Aquella que no se duerme en los laureles de las obras maestras, que se mueve por el aire del presente y se ensucia con las impurezas de nuestra vida. Improvisada, guiada, azarosa o pensada, pero siempre reveladora. No hay revistas, libros, programas de radio ni de cable. Tan sólo internet, con su autonomía, permite oxigenar el circuito y mantener informada a una parte de la población interesada y curiosa, que asiste a las actividades a pesar de la indiferencia general.
Sólo faltan los espacios donde mostrar. En este contexto son esenciales los programadores de lugares, muchos sin habilitación, que siendo conscientes de la desprotección y el ausente apoyo, ofrecen sus salas a los músicos experimentales sin asustarse por el carácter no comercial de su arte, y lo incorporan como una energía incontenible e imprevisible, que sorprende y contagia. Con esa apertura permiten que la escena se concentre, una sus fuerzas y divulgue sus producciones marginales. Algunos no pueden dar sus direcciones ni sus nombres, por temor a clausuras o a persecuciones, que siguen a la orden del día. Este informe no pretende facilitar las tareas represivas y confiscatorias, poniendo en peligro la continuidad de dichos espacios, sino que trata de reflejar una realidad escondida pero muy despierta.
UNA CASA. Así se llama el espacio con mayor continuidad de trabajo en el campo experimental, al menos desde hace cinco años en San Telmo. Gerenciado por una pareja de intelectuales muy activa, interesada en abrir un lugar multidisciplinario y funcional. Transformaron una amplia casona y allí conviven informalmente las distintas artes con la música. Sus mentores permanecen en el anonimato para evitar inconvenientes porque su habilitación no reúne todos los requisitos y prefieren dejarlo así, sin publicidad de sus actividades, que sólo se difunden de boca en boca entre un sinnúmero de “amigos”. La música experimental ocupa sólo un 10% de las actividades”, dice C, el coordinador. “Creo que el Estado no tendría que intervenir en el arte en general ni en la promoción de las nuevas músicas en particular. Lo que se hace acá demuestra que es posible promocionar esta música sin su apoyo ni el de los medios. En mi caso particular, ruego que no se meta en mis asuntos”, resume con lucidez, sin dejar de reconocer que la ausencia institucional que margina no tan sólo a la comunidad musical de vanguardia finalmente lo beneficia. “En mi caso, no tener apoyo me fortalece. Me sentiría muy vulnerable al tener que acudir al Estado o a los medios para hacer lo que hago hoy en día. Me satisface saber que a pesar de las dificultades algo se puede hacer”.
Resulta claro: lo que el Estado deja de hacer en su carácter de gestor cultural, con presupuestos destinados a sectores desprotegidos que se dirigen siempre a los que todo lo tienen, termina haciéndolo la misma sociedad, generando anticuerpos para la sinrazón oficial. Hoy, por ejemplo, a las 22 se presenta Pasajero Uno, la unión de Uno x Uno, Gastón Caba y Kamusabi.
DOMUS ARTIS. Este club de Villa Crespo (Triunvirato 4311) goza del prestigio y la exclusividad de ser el único espacio con piano de cola. Con una programación que mezcla géneros populares, actividades de teatro y danza con ciclos experimentales, Domus marcó una presencia vital en una zona de la ciudad no frecuentada, desde su inauguración en 2001. “Lo que más nos interesa es que la persona o el grupo tenga una búsqueda creativa, creación personal y originalidad más que nada”, dice Vanesa Ruffo, propietaria y programadora. Ella es compositora de música académica e integrante de orquestas experimentales.
Domus contiene actualmente ciclos como Instantes Sonoros, un domingo por mes, y ha presentado sesiones de improvisación libre y composición experimental. “Yo pertenezco a ese mundo, soy compositora, siempre que hay una oportunidad le abro las puertas a los colegas, pero no tengo muchas propuestas de música contemporánea o experimental”, aclara Vanesa.
La sala de Domus es pequeña pero de excelente acústica, se utiliza también para grabaciones en vivo y se complementa con los espacios circundantes: patio, bar, salas de ensayo, donde también se realizan actividades, en tanto no estén ocupadas por clientes que las alquilen. La programación se hace con las propuestas que le llegan, no hay una producción que convoque a los artistas, pero es selectiva: “No programo música comercial, no quiero manchar la programación, que es el lado artístico del lugar”. Mañana a las 20 estarán Nicolás Diab, Wenchi Lazo, Diego Pojomovsky, Ezequiel y Christof Kurzmann.
En los ocho años transcurridos desde el comienzo, Ruffo ha visto un notable crecimiento en el área experimental: “Creo que durante un tiempo estaba en un circulo muy cerrado y lentamente fue abriéndose mucho más, ahora veo que hay público que viene a ver qué es, no sólo el público fiel de lo experimental, y eso quiere decir que se está abriendo al mundo. No creo que haya sido de golpe pero creo que es una necesidad. En esta sociedad hecha tan ‘en serie’, el ser humano tiene que escapar por algún lado, salir del automatismo. Y todos estos espacios de investigación sobre el instrumento, con materiales, sonoros o plásticos, atraen a las personas para hacer que salga hacia fuera lo que hay adentro”.
domingo, 13 de septiembre de 2009
Ramiro Musotto
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Los Beatles Remasterizados
viernes, 4 de septiembre de 2009
Gabo Ferro y John Cage
El origen de montar esta obra fue de Haydée Schvartz, una de las pocas pianistas argentinas que suele interpretar con solvencia artística el repertorio clásico contemporáneo y ha sido una habitué del CETC desde su fundación. De hecho, tocó Cuatro paredes numerosas veces aquí y en el exterior, incluyendo una grabación en el sello Mode de una versión muy elogiada, con el rockero Jack Bruce en el corto interludio vocal. En 2006 le propuso a Trunsky hacer juntos una versión completa. “Me trajo la partitura y el CD –recuerda el director– y decidí contar una historia virgen, sin ningún tipo de investigación ni búsqueda de lo que hicieron Cage y Cunningham. Luego conocí a Gabo y me enamoré de su voz; enseguida supe que debía ser el intérprete.”
De esta manera, la versión se presenta como un cuento coreográfico, sin relación argumental con la original, con un subtítulo (“La niña del enfermero”) que refiere a los nuevos personajes creados por la dramaturgia y dirección de Trunsky, mientras que la música de Cage y el texto en inglés de Cunningham se mantienen intactos. Gabo aporta su voz a capella y tiene presencia actoral durante toda la escena
CADA UNO POR SU LADO. Cage siempre pregonó, a partir de su adscripción a la estética de la independencia, que no había que subordinar ni hacer depender a ningún lenguaje de otro. Cada uno podría desarrollarse independientemente y mezclarse en escena con la sorpresa de la primera vez. Cunningham, a su vez, después de convencerse mediante los primeros solos que combinaron, de las virtudes anárquicas de las ideas cageanas, trasladó dicha disociación creativa a la danza moderna, incorporando también las ideas de azar e indeterminación, que incluyeron a los elementos escénicos y a los tratamientos espaciales, revolucionando juntos el panorama artístico del siglo XX, justo cuando la guerra mundial llegaba a su fin y daba comienzo una nueva era, sin tiranías ni jerarquías impuestas.
A diferencia de lo que se conoce mayormente de Cage, su Four Walls es una música melancólica, emocional y bella, con acordes simples, repeticiones, ostinatos, irrupciones agresivas y silencios, tan sólo con las siete notas más populares del alfabeto musical en una estructura neorromántica. Este carácter programático y dependiente culminó con la no reiteración de funciones de la versión original de la pieza, luego del estreno del 22 de agosto de 1944. La revolución estética promovida por la dupla volvía arcaica a la dramática pieza de los comienzos.
Según cuenta Schvartz: “Esta obra fue rechazada por él mismo y después de su estreno la sacó del catálogo porque la consideraba fuera de su estética. Hasta que la pianista Margaret Leng Tang, 33 años después, la rescató y la grabó. Recién entonces, Cage la aceptó.”
Trunsky agrega que “la contemporaneidad de esta puesta no pasa por el movimiento, sino por el sentido. Recurro a elementos antiguos, aquellos que Cunningham rechazó: la teatralidad y el expresionismo alemán, con el que estoy ligado. Seguramente ellos no estarían de acuerdo con esta versión. Mi experimentación está en conseguir el mejor equilibrio entre la forma y el contenido. Me voy lo más atrás posible para hablar de la contemporaneidad. No busco la novedad o la suma de elementos raros, seguramente la experimentación está escondida en el lugar menos pensado.”
Quizás el riesgo, hoy, para Trunsky, Schvartz y Gabo no esté puesto en la reunión azarosa de sus lenguajes y voluntades artísticas, sino en la coincidencia de lo que juntos quieren decir, tomando a la pieza musical libre de su historia dramática, pero con elementos que invitan a relacionar tanto a los autores cuanto a sus intérpretes.
Un estreno fuera del Teatro Colón
Por un lado, Carlos Trunsky cuenta que la primera vez que escuchó la obra entró “en un cosmos muy particular, alucinante, extrañísimo.” Por otra parte, tanto él como Gabo opinan sobre lo que significa estrenar Four Walls fuera de las cuatro paredes del Colón.
Trunsky: –Es tremendo, devastador, sumamente angustiante. Me preocupa mucho la cultura, la educación y la salud de la ciudad, y si hago esta progresión en relación con el teatro, tiemblo.
Gabo: –Esta versión se ajusta a la Buenos Aires de 2009 y lo que pasa en el Colón. Algo sucede ahí que tampoco puede ser contado. Hay algo sublime dentro de esas paredes, algo que aterra dentro de esa belleza, pero no hay nadie que nos lo cuente. (Fuente: Diario Crítica de la Argentina)
jueves, 3 de septiembre de 2009
Festival de música independiente
Cuando los músicos y los espacios que programan música en vivo se reúnen pueden surgir proyectos interesantes. La segunda realización del Limbo Fest! lo es y desde hoy podrá ser disfrutada en sus tres sedes: Thelonious Club, Ultra Bar y Café Vinilo. A lo largo de los jueves, viernes y sábados del mes se presentarán, entre otros, Gaby Kerpel, Santiago Vázquez, Mariano Otero, Guillermo Klein, Escalandrum, Tomi Lebrero, Doña María, Juan Jacinto, Manuel Onis y Fer Isella. Es decir, propuestas originales en torno al jazz, el folklore contemporáneo y la canción.
Esta noche, a las 21, el ciclo dará su puntapié inicial en Ultra Bar (San Martín 678; 20 pesos) con las presentaciones de Tremor (el trío dirigido por Leonardo Martinelli) y las canciones electro-folk de Alejandro Franov. El cantante, guitarrista y acordeonista estará acompañado por Lea (voces y programación), César Franov (bajo) y Juan Marín (percusión). El programa se completa con las chacareras eléctricas y el folk psicodélico de DJ Inca.
La programación del Café Vinilo (Gorriti 3780) empezará mañana con Santiago Vázquez y Gaby Kerpel. El inquieto percusionista, líder de los proyectos Puente Celeste, La Bomba del Tiempo y La Grande, se presentará en plan solista. Kerpel, en tanto, seguirá con su proyecto de folklore electrónico, inaugurado en 2003 con Carnabailito y pronto a tener un nuevo capítulo: Terraplén.
El tercer espacio en cuestión, el club de jazz Thelonious (Salguero 1884) se sumará al Limbo Fest! el sábado, con los conciertos de Proyecto Gómez y el cantautor Pablo Dacal. En una noche de solistas Rodrigo Gómez (baterista de Gordöloco Trío) presentará su disco más reciente, Básico , mientras que Dacal repasará varias de las canciones de sus proyectos discográficos más recientes.(Fuente: La Nación)
lunes, 31 de agosto de 2009
Remasterización cintas de los Beatles
No obstante, las cuatro décadas transcurridas sirvieron para comprobar que su legado trasciende las generaciones, y si algo faltaba para certificar su carácter atemporal, ahora toda su discografía retorna con un brillo renovado.
Cuando EMI dio luz verde para la remasterización de los trece álbumes que los Beatles grabaron entre 1963 y 1970, además de las dos recopilaciones de singles y EPs Past Masters, una cuestión decisiva era hasta dónde meter mano en estas grabaciones clásicas. El criterio del coordinador del proyecto, Allan Rouse, y de su equipo de técnicos, fue respetar al máximo lo que los Beatles registraron en el estudio, incluso los ruidos accidentales "orgánicos" como el rechinar del banquillo de la batería o la vibración de un atril. También se respetaron las decisiones del productor George Martin y de los ingenieros de sonido de la época, quienes trabajaban en condiciones técnicas muy distintas a las de hoy. Lo que se corrigió fueron los "accidentes no buscados", como los pops de las voces o la entrada a destiempo de una sobregrabación en Day Tripper.
Los nuevos masters -realizados a partir de las cintas multipistas originales analógicas- revelan una nueva dimensión en todas estas canciones que muchos conocíamos de memoria. Aparecen tintes sutiles en las armonías vocales y en los coros, detalles que pasamos por alto en el interjuego de las guitarras, una flamante definición en los bajos y también una discriminación mucho más minuciosa de los elementos rítmicos y percusivos; palmas, panderetas, o el simple golpear de dos palillos entre sí. Otra decisión importante fue la de volver a sacar Please Please Me, With the Beatles, A Hard Day's Night y Beatles For Sale en estéreo. Escuchar, por ejemplo, el detalle de las guitarras líder y rítmica saliendo de uno y otro parlante en And I Love Her es un deleite.
El arte de los CDs respeta las portadas originales y mejora la gráfica con detalles de grabación de cada álbum y fotos de época. Cada CD trae, además, un pequeño documental que puede ser visto en cualquier computadora. Volviendo al tema estéreo versus monoaural, cuando los Beatles comenzaron a grabar en 1962, el típico tocadiscos adolescente tenía apenas un pequeño parlante y dos botones para volumen y tono, como nuestro Wincofón. Por eso, los discos pop se concebían primero para sonido monoaural y luego -si el artista lo justificaba- se hacía una mezcla estéreo para exquisitos. En atención a esta circunstancia, si bien estos remasters de los Beatles saldrán en estéreo, las mezclas monoaurales, desde Please Please Me hasta el Album Blanco y los Past Masters, se podrán obtener en una caja aparte que contiene los trece álbumes, con un arte que reproduce -en miniatura- el de los vinilos originales.
Parafraseando un adagio criollo, los Beatles cada día suenan mejor. (Fuente: Alfredo Rosso-Diario Clarín)
viernes, 28 de agosto de 2009
Un nuevo musical de The Who
Screamin' Jay Hawkins
viernes, 14 de agosto de 2009
La influencia de Robert Johnson
La máquina de Russolo
miércoles, 12 de agosto de 2009
1° feria de coleccionismo de vinilos
La feria contó con la participación de algunos puesteros del Parque Rivadavia, disquerías tradicionales y rarezas como un stand dedicado a Discos Bizarros Argentinos y uno de Elvis con imitador incluido.
La riqueza del evento estuvo en revalorizar públicamente -en épocas de lo efímero del mp3- un formato que ha tenido una vigencia de más de 50 años y ha resistido el embate de, por ejemplo, el casette.
Otro punto saliente fue la charla que encabezaron el organizador del evento junto con dos de los personajes que más deben conocer de vinilos y de historia del rock en la Argentina, como son el periodista Alfredo Rosso y su coequiper Fernando Pau, dueño de la tradicional disquería Abraxas.
El temario de la disertación estuvo teñido desde la nostalgia por el vinilo, que parece resistirse al olvido, hasta los métodos de comercialización de los grandes sellos de la industria. Pero el punto más saliente fue el debate de cómo se reformuló el mercado de la música a partir del surgimiento del mp3. ¿Cuál es el rol de los coleccionistas en este escenario cuando todo parece estar disponible?.
Se destacó que la masificación y el acceso permitió que se puedan encontrar gemas que sólo estaban disponibles para los que podían viajar al exterior o conocían a alguien que lo hiciera. Sin embargo, los nostálgicos del sonido, aseveraron que con el nuevo formato se perdía claramente la high fidelity.
La batalla del mp3 comenzó hace rato. Es el nuevo Muro de Berlín de la música. Habrá que ver cómo sigue la historia. Nuevos vientos de cambio soplan.
miércoles, 22 de julio de 2009
La resistencia de las disquerías: El Agujerito
Concluía la década del sesenta, y para todos los jóvenes aprendices de rockeros de Buenos Aires era una verdadera odisea conseguir LP de bandas claves como las británicas Cream o Traffic o las norteamericanas Moby Grape o Love. Apenas se lanzaban al mercado las ediciones locales de los discos de los Beatles o los Rolling Stones. La opción, claro, si había algún dinero, era darse una vuelta por la legendaria disquería El Agujerito, en el local 10 de la Galería del Este y atesorar alguno de sus álbumes importados (que venían rigurosamente envueltos en papel de celofán), y que costaba el triple de los discos locales.
Para hablar de El Agujerito nadie mejor que Daniel Nijensohn (también experimentado DJ), dueño y alma del negocio, tan flaco y desgarbado como amable (de ojos levemente sardónicos y falso aire de despiste), un verdadero conocedor del gusto de cada cliente, y un experto en el azar de guiarlo hacia nuevos campos musicales. "El agujerito ?cuenta? fue creada como disquería especializada en jazz y rock en 1969, en los comienzos de la Galería del Este, por los hermanos Gabriel y Rolly Epstein (y por Susana Silva, que estaba casada con Rolly). Los hermanos Epstein eran hijos del dueño del Club Internacional del Disco. El logo y el nombre del local (y el dibujo de una mano en la vidriera) eran bien sesentistas y son de Oscar "Oso" Smoje (inspirado, creo, en un diseño de Luis Felipe Noé). El de la Galería del Este fue el primer local de El Agujerito. El segundo, estuvo en Marcelo T. de Alvear 777, y era gigante al lado de éste. Hubo un tercer o, en Cabildo y Olazábal. Y hubo un cuarto, muy pequeño, en la Galería Bond Street."
El negocio de la Galería del Este se convirtió en cita obligada de músicos jóvenes. "Entre los músicos de rock nacional que atendí se contaron Litto Nebbia (que tenía una muy importante colección de discos), Gustavo Cerati, Sandra Mihanovich, Daniel Melero y los chicos de Babasónicos. Con el que tenía una muy buena relación era con el Indio Solari, que paró de venir a comprar en 2001, con la crisis."
Adaptarse a los cambiosEl Agujerito se adaptó siempre rápido a los cambios. Pasó por el período de los cassettes y el walkman y fue de las primeras en pasar del vinilo al CD, en los años ochenta. Consultado acerca de los avatares de su negocio, Nijensohn afirma: "Los cambios edilicios en la Galería no nos afectaron. Más importante fue lo que ocurrió en toda la zona. Recordemos que en sus inicios, la Galería del Este vivía abarrotada de gente. Esto era como el centro del Buenos Aires vanguardista de fines de los años 60 y comienzos de los 70. No sé bien en qué momento este sitio dejó de ser un lugar de ebullición de ideas y de cosas. La ciudad tiene hoy otros «centros», la actividad pasa por Palermo o Belgrano. También aparecieron en los 90 los shoppings que se empezaron a chupar la gente. Así que si sobrevivimos a esos desplazamientos del interés de la gente, las reformas de la galería no nos afectaron. Estaba en obra, había escombros por todos lados y nuestros clientes de alguna manera pasaban y seguíamos vendiendo discos."
Los clientes de El Agujerito en la actualidad son gente de más de 30 años y la disquería se luce especialmente en la búsqueda de rarezas discográficas en el exterior. "Es una comodidad para nuestros clientes y un servicio muy bueno. El tiempo de búsqueda puede variar de una semana a diez años (risas). Bueno, no tanto, pero he conseguido discos difíciles hasta dos años después de que me los encargaran. Claro que no trabajamos tanto con DJ o gente que necesite los CD con urgencia. Con los años, el negocio se fue achicando, ya están lejos los tiempos en que hacíamos traer contenedores cargados con 10.000 discos."
Nijensohn comprende las consecuencias que para su actividad traen los jóvenes acostumbrados a bajar música de Internet. "No pienso demasiado en el tema, porque mi disquería es básicamente para personas de 30 o 40 años que tienen un poquito de plata y no les interesa ir a una megatienda a revolver por horas para encontrar lo que buscan."
Ernesto G. Castrillón (Fuente: La Nación)lunes, 20 de julio de 2009
TOMAS COOKMAN, FUNDADOR DEL LATIN ALTERNATIVE MUSIC CONFERENCE
Las mamposterías vacías de Virgin Records en Manhattan son el síntoma inequívoco de que las cosas están cambiando a una velocidad inesperada. Esto está pasando ahora. Ahora. Las vidrieras vacías de música, los locales con el cartelito de alquiler. Un lugarcito para discos en Best Buy, algo en los supermercados, y alguna que otra tienda especializada. Y nada de andar echándole la culpa a la crisis internacional. La premonición de que en diez años (se decía en 1998) el negocio de la música iba a cambiar indefectiblemente se está cumpliendo en parte, porque si bien es cierto que el CD como soporte tiende a quedar como referencia física, tampoco podría asegurarse que las discográficas desa-parecieron (ésa era la tesis más apocalíptica), sino que ingresaron nuevos actores en juego, que se quedaron con otras partes de la torta. En ese contexto de fin de una era, mientras en la ciudad hiperconectada de Nueva York pareciera que ya no se puede salir sin un iPhone o una notebook para saber a dónde ir, el Latin Alternative Music Conference de Estados Unidos, que se realiza cada año, ha realizado un aporte triple. Por un lado, revaloriza la música de rock latino (que no es lo mismo que la música latina), propone irónicamente un escenario para hacer contactos entre productores y músicos de América latina (¿hay que ir a Nueva York para poder tocar en Colombia?), se mete en el mercado latino de Estados Unidos y va más allá: la foto de Bomba Estéreo en la nota de apertura de la sección de música de The New York Times es prueba de ello. “No tratamos de vender un baile, una moda de vestir, o un sonido, sino que hay buena música para escuchar”, se despega del producto Tomás Cookman, creador de esta conferencia, y eximio productor de rock de América latina en este mercado, en exclusiva para Página/12.
–¿Qué pasó en estos diez años en el mercado de la música?
–Como pasó en todo el mundo, lo que era cierto hace diez años ya no es cierto. La verdad es que muchos panelistas que eran muy poderosos hace 10 a 12 años ya no son tan poderosos. Están trabajando en otra cosa, no están en la música. Y hay nuevas caras, nuevas ideas, es una reflexión de lo que está pasando mundialmente. Aquí, en el LAMC, todavía hay muchas caras nuevas. Este año pasé más tiempo diciendo “encantado de conocerte” que “hace mucho que no te veo”. Hay muchas bandas muy buenas. Cada vez hay más y más bandas, hay apoyo de marcas y de la ciudad de Nueva York. La razón principal es que hay buena música.
–¿Hay pretensión de que el público sajón conozca al rock latino?
–Es importante lo que salió en The New York Times, que es un gol de media cancha. Hay radios importantes en Austin, en Portland, que nos están apoyando. Las radios latinas de Nueva York no nos van a apoyar, eso ya lo sabemos. Y está bien, si están pasando a Cristian Castro y Chayanne, es muy raro que pasen un tema de Nortec Collective después. Pero hay una audiencia, es un país muy grande. Chayanne necesita su propia radio, nosotros también necesitamos una radio. Todavía no ha llegado, pero estamos en mucha programación norteamericana.
–Es la hora de una radio de rock latino.
–Por supuesto, pero el negocio de la radio va mucho más allá del formato. Hay muy poca gente en la radio pensando en la música. El negocio vale tantos millones de dólares que parece imposible. Sin embargo, estamos en eso...
–Pero la radio es un negocio para generar otros negocios.
–Y una buena muestra de eso es México con la emisora Reactor, que no sólo existe sino que hace éxitos. Bandas que sólo se pasan en Reactor y que están tocando ante 1000 o 3000 personas. Reactor está haciendo una generación de éxitos, y no es como las radios de la vieja guardia, que había que trabajar de una manera, pagarles de una manera y hacer los trucos horribles del pasado.
–¿Cómo nació el LAMC?
–Acá había varias conferencias, como el New Musical Examiner, que era sobre la música nueva, y esas conferencias tenían un panel el primer día a la mañana. Valía la pena hacer más y abrimos la puerta: el primer año vino mucha gente y desde entonces siempre vino más. Fuimos cambiando de hoteles, lo hicimos en Los Angeles, pero Nueva York era siempre el lugar ideal para venir. Este hotel Roosevelt no es tan complicado. Nadie se va a poner nervioso porque tiren un vaso de cerveza. La ciudad de Nueva York nos apoya mucho también, ellos tienen una comisión de Entertainment latino y nos ayudan con los shows de Central Park, los de Brooklyn.
–Este año le dieron un reconocimiento Discovery (descubrimiento) a los argentinos Banda de Turistas. ¿Por qué se lo dieron a ellos?
–En años pasados ganaron Kinky, Pacha Master... yo vi a Banda de Turistas en Buenos Aires, Mario Caldato me mostró unas canciones, y llegó el disco y me gustó, y un par de días antes del showcase dije: “Bueno, tenemos un ganador”. Me pareció una propuesta honesta, veo mucha pasión en ellos y muy buenas canciones. Este año veo en los medios de este lado del charco que Bomba Estéreo estuvo en todos lados, y eso pasa. Nadie tenía la menor idea de quién era Banda de Turistas y ahora los conocen. Bomba Estéreo está tocando en todos lados. El LAMC no son sólo latinos sino también agentes, radios, como hace años era el movimiento de punk rock, de hip hop: hasta que el hip hop llegó a las radios pasó un tiempito.
–¿El show sigue siendo la gallina de los huevos de oro del rock?
–Sigue haciendo la diferencia, viéndolo en vivo en barcitos de Brooklyn...
–Hace 300 años era la única manera de escuchar música, y ahora es la única manera de ganar plata.
–Lo único que no se cayó es el deseo de escuchar música y hacerla. Un CD de plástico que valía 20 dólares era muy caro. Pero tampoco debería ser gratis. Creo que vamos en el medio de algo. Si el público estuviese en otra cosa, en videojuegos solamente, nos preocuparíamos. Pero no es así, incluso ahora hay más gente escuchando música que antes.
–Es una manera de achicar intermediarios.
–Exacto.
–¿Cómo se convirtió en productor?
–Cuando empecé a manejar a Los Fabulosos Cadillacs, en 1991, al rato ya tenía dos o tres bandas, y abrí un sello, una compañía de marketing; de repente había 16 personas diciendo “pagame el 30 de cada mes”. Yo creo que hay que pensar dos veces lo que uno pide, porque a veces le llega. Pero lo más importante es que estoy haciendo lo que me gusta, porque también en este país hay una larga historia de gente que no contesta los mails, que no es profesional. Es ridículo, el mercado está, el público está, hay mucho por hacer.
–¿Hay interés por el público sajón, o con el latino alcanza?
–Hay muchos latinos que no hablan español, que hablan español como los argentinos con apellido italiano hablan italiano, aunque se sienten latinos. El ser latino va mucho más allá del idioma. Es difícil de entender cuando el idioma es parte de la identidad.
–Para el mercado sajón, ¿el rock latino no es más bien una curiosidad de la world music?
–Esto va más allá: hoy con Internet, hay radios como KCRW de Los Angeles, que es una radio superimportante, que están apoyando mucho a estas bandas. En Austin, Texas, están los mexicanos, pero también hippies, inmigrantes, jóvenes.
–¿Es una necesidad de renovación del rock sajón?
–Con las giras, esas cosas ya salen a nivel orgánico, gracias a Pitchfork, CMG o blogs que apoyan estas bandas. Imagínese, si Bajofondo hace giras por 20 o 30 ciudades de Estados Unidos, y si su audiencia es el 30 por ciento latino, es mucho. Nortec Collective, por ejemplo, cuando tocan en Cincinnati, Houston o Memphis, tiene el 20 por ciento de público latino. Hay mucha gente en este país.
–¿Cuál es el negocio de la música?
–Es muy diferente para diferentes bandas. Cambia de artista a artista, algunos giran mucho y hablamos mucho de los shows. Otros, como Instituto Mexicano del Sonido o Pinkertones, ganan mucha plata con licencias de marcas que usan mucho su música. Y otros venden mucho merchandising, como Molotov, que venden remeras a morir. Hay diferentes maneras.
–¿Y el negocio digital? ¿El disco es sólo referencia física?
–Hay lanzamientos donde el 70 por ciento es digital, entre iTunes latinos, Amazon y e–music. Los tres apoyan mucho y tienen presencia muy grande, son más que suficientes. En Amazon se puede comprar en formato físico o digital.
–¿Ha bajado definitivamente la venta de discos?
–Hay artistas que todavía venden el demo entre el público. Pero Nortec Collective, por ejemplo, vendió un 70 por ciento digital, porque su audiencia es online.
–¿El negocio es 360 grados, o sea, todo el negocio de la banda en su conjunto?
–Cuando tiene sentido sí. Como tenemos una larga experiencia podemos hacerlo, pero no todos pueden hacerlo. Hay que ser realista con los presupuestos. Si no, se acaba el negocio pronto.
Manu Chao en Estados Unidos
En marzo de este año, cuando Manu Chao pasó por Buenos Aires se preguntó en un reportaje en el suplemento NO: “¿Hasta qué punto Obama no era una gran operación de marketing?”. El título de la nota recorrió el mundo, cerca de 60 medios internacionales publicaron extractos de la entrevista, pero lo cierto es que Manu Chao también decía en esa nota que se había emocionado con la asunción de Barack Obama. Como sea, lo cierto es que Radio Bemba llegó en un momento político, con cola de viento para la trova esperanzadora del músico francoespañol, en un país donde nunca se sintió muy a gusto. Tomás Cookman tuvo bastante que ver con eso.
–¿Cómo fue la llegada de Manu Chao a Estados Unidos? Hacía mucho que no venía.
–Primero tocó en el tercer LAMC, hace ya bastante tiempo. El era bastante underground, y la gente que lo conocía era un club secreto, grande pero secreto, un código ultraglobal. Pero ya con el último disco se hizo un trabajo muy fuerte, además de tener el lujo de poder trabajar con él. Me gusta y pienso que la gente debería escucharlo. Hicimos el trabajo típico de mandarlo a todos los medios, y apoyaron, entonces empezó a salir en Spin, en Rolling Stone, y pueden leer su opinión del mundo. El no quería andar por Estados Unidos...
–No había entrado en el mercado durante muchos años.
–La primera vez que hicimos una gira larga, la pasó bien en el primer show, la pasó bien en el segundo show, la pasó bien en el tercer show, conoció muchos norteamericanos y él me decía: “Mis amigos en España están pensando que estoy loco que no estoy hablando mal de Estados Unidos”.
–Le pregunté en marzo si había sido algo así como banda de sonido de Obama...
(Se ríe.): –Cantando “We are the world”, toda la noche... ¿Qué país no?
–En algún momento sintonizaron...
–Sinceramente, primero hicimos un Nueva York o un Tijuana. Pero en el primer viaje largo de Manu Chao en EE.UU., su visión empezó a cambiar. Yo sabía que él tenía que conocer a un carpintero en San Francisco, un vendedor de autos en Seattle, ahí se ve a la gente y no los tontos obvios que todos conocemos, y a él le gusta sacar la guitarra y cantar en cualquier esquina y se fue con lo que yo pienso que fue un buen gusto, y volvió. Le fue super bien, hicimos cosas que no le gusta hacer, como prensa, pero parece que le gustó porque volvió. (Fuente: Página/12)
martes, 9 de junio de 2009
Sellos virtuales
La industria musical no atraviesa su mejor momento, pero la música goza de salud envidiable. La crisis es de distribución, no de creación. Y una solución es el sello online, el netlabel. “La labor de los netlabels fue menospreciada durante años por los medios de comunicación tradicionales”, dice el compositor de música electrónica Björn Hartmann. “Se habla mucho de la batalla judicial de la industria contra el intercambio de archivos, pero no se presta atención al idilio entre sellos independientes y ciberespacio.” Fruto de esa alianza son las discográficas online, que relacionan a público y artistas. Los creadores ceden gratuitamente sus temas y los responsables de los netlabels los distribuyen gratis a través de su web. La relación es armoniosa: el consumidor no paga y el artista no cobra, y ambas partes son conscientes de su papel. Es un contrato inusual, pero acorde con los valores democráticos y participativos de la Web 2.0.
No existen datos fiables sobre el número de netlabels, pero basta echar un vistazo a The Internet Archive (Archive.org) para percatarse de su importancia: mientras en octubre de 2004 la página albergaba cerca de 130 netlabels y unas 3200 grabaciones, en diciembre de 2008 reunía más de 600 discográficas online y 13.000 archivos sonoros. Patryk Galuszka, científico y economista polaco de 30 años, analizó esta escena a finales de 2008. Recurrió a dos catálogos famosos para sacar conclusiones: los alemanes Phlow Netlabel Catalogue y Rowolo.de. También visitó The Internet Archive, Sonicsquirrel.net y Last.fm. “Entonces trabajaba en el Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades en Colonia, Alemania. Un total de 569 netlabels recibieron mi cuestionario y 337 lo respondieron. La primera parte de mi investigación está terminada, pero sigo con las entrevistas”, explica Galuszka. De su estudio se desprende que los netlabels son difíciles de rastrear porque aparecen y desaparecen constantemente. De los que sobreviven, muchos nacieron después de 2003 y las más antiguas entroncan con el movimiento de los demos, los sellos en casetes y el do it yourself (“Hacelo vos mismo”).
Las potencias de netlabels son Alemania (64), EE.UU. (41), Italia (25) y España (21). Quetzal Contla, uno de los fundadores de Netlabels & News, página especializada en noticias sobre lanzamientos y curiosidades de los sellos digitales, dice que “en Alemania e Italia el movimiento está organizado. Cuentan con una estructura, con más presupuesto y apoyo por parte de las autoridades, para organizar fiestas, por ejemplo. En España, Portugal, México y EE.UU. hay una cantidad considerable de netlabels, pero no existe una comunidad tan fuerte”. “Los netlabels plantean muchos interrogantes sobre la industria musical y su modelo de financiación. Los actores involucrados no sacan dinero de ahí, tienen otros trabajos”, explica el británico Christian Negre, responsable de Netaudio.es, una plataforma que reúne sellos y artistas digitales.
Según Negre, siempre fue así: al no tratarse de un negocio, el sector online no entró en crisis. “Para financiarse, organizan conciertos y fiestas. Y construyen una imagen del sello como si fuera un club, con sus fans y todo. También venden merchandising, como camisetas con el logo de la discográfica.” Este ex DJ y profesor de secundaria insiste en la relación entre público y artistas: “Antes de los conciertos, los grupos preguntan en el foro del netlabel los temas que quieren que toquen”. Un diseño muy cuidado es otra de la característica del fenómeno. Las discográficas digitales idean las portadas, los carteles de sus conciertos y sus flyers. En el equipo siempre suele haber un diseñador gráfico.
Fuera del ciberespacio también existe una escena de netlabels, con sus festivales, sus fiestas y conferencias. El festival Sónar fue una plataforma para los sellos online. Netaudio organiza una reunión anual en Barcelona, y la tercera, el próximo mes de octubre, será en el Centro de Cultura Contemporánea, en la que habrá charlas, sesiones de disc jo-ckeys y conferencias. “Netaudio es una plataforma internacional. Se celebran encuentros en más ciudades. Berlín y Londres son las que más presupuesto tienen. Moscú, Berna y varias localidades italianas, como Florencia, Roma y Milán también organizaron los suyos”, señala Negre. “Tenemos foros internos, pero no una estructura tan potente como para considerarnos un organismo internacional”, dice.
Christian Negre creó su netlabel en 2004. “Era DJ profesional. Hacía mezclas con amigos de Canadá y de Inglaterra, a través de la red. Nos dimos cuenta de que los temas se descargaban en distintas partes del mundo a través de redes de P2P. Decidimos fundar un sello, Open3.net, que tiene 33 referencias y no repite ningún grupo. Mi intención es trazar la historia de los netlabels mediante nuestro catálogo”, explica. El modelo se despidió hace años del mundo físico. Resulta paradójico que mucho antes de la crisis que afecta a multinacionales e independientes como Touch and Go (que dejó de ser distribuidora en febrero), existiera una fórmula basada en compartir música online. Si bien, como señala Negre, esta subescena está cambiando: “Algunas discográficas desaparecen, otras se convierten en sellos tradicionales o copian el modelo de iTunes y el pago por descarga. Creo que vender es un modelo obsoleto. Los netlabels deberían seguir experimentando y siendo inconformistas”.
Miguel Angel Lastra, de AddSensor, matiza: “Es un modelo rebelde, sí, pero la música no es completamente libre, depende de la licencia con la que se distribuya. Normalmente, son de libre copia y distribución, y en algunas ocasiones con la posibilidad de hacer obras derivadas, como en nuestro caso”. Lastra se refiere a las licencias Creative Commons (CC), que permiten elegir entre distintas modalidades: Attribution permite la copia, distribución y presentación pública de una obra siempre que se cite al autor; la licencia Non-commercial permite lo mismo, pero siempre que no se realice con fines comerciales. Según Galuszka, sólo el 5 por ciento de los 337 netlabels usaron el clásico copyright, y el 44 por ciento empleó CC. Quizá los netlabels son una deriva de los viejos demos; pero, a diferencia de aquellos, beben de todas las fuentes sin pararse en fronteras geográficas o idiomáticas. La única frontera se llama dinero.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
lunes, 30 de marzo de 2009
Documental BAFICI sobre el Mellotron
Todo el mundo conoce “Strawberry Fields Forever”. Menos son los que saben que allí suena un mellotron. Y muchos menos todavía quienes tienen idea de qué es ese instrumento cuyo nombre quedó asociado con el rock progresivo (acá lo usaba Charly García en la época de La Máquina de Hacer Pájaros). La cineasta norteamericana Dianna Dilworth, sin embargo, sí conocía al instrumento y sabía muy bien que su invención había anticipado la moderna cultura del sampleo: cuando el mellotron volvió a fabricarse, en Suecia, en los ’90, ella trabajó como asistente ordenando las piezas. Antes de eso, varios amigos músicos le habían contado los avatares de este teclado en el que se tocan cintas pregrabadas. Y como se trataba de una historia de invención, fracaso, traición y renacimiento... ¿cómo no hacer una película con todo eso? ¿Y cómo no titularla Mellodrama? “Tres años atrás, en una fiesta, había gente hablando sobre teclados y cuando salió el tema del mellotron, lo que se dijo era incorrecto, así que lo corregí –recuerda la cineasta, que llegó a Buenos Aires para presentar su documental en el Bafici–. Cuando me preguntaron cómo era que sabía sobre el tema, me di cuenta de que era una de esas cosas de las que había aprendido sin siquiera pensarlo, pero que no todo el mundo estaba al tanto. Entonces pensé en hacer un corto. Pero se corrió la voz y de repente músicos muy famosos me llamaban y me decían: ‘Quiero estar en tu película’. Todo porque aman al mellotron.” Entre otros, en la pantalla aparecen Brian Wilson (Beach Boys), Patrick Moraz (Yes), Ian McDonald (Cheap Trick), Jesse Charmichael (Maroon 5) y el productor Jon Brion (Fiona Apple, Kanye West).
Mellodrama, que se verá por última vez en el Bafici el sábado 4 a las 23.30 (en el Arteplex Caballito 2, Rivadavia 5050), narra en orden cronológico la historia del instrumento y de su antecesor, el chamberlin, la creación de un señor maduro llamado Harry Chamberlin, que se propuso tener un instrumento que replicara a una orquesta en el living de su casa, para que la familia cantara encima. Doble fracaso: pese a que grabó por separado los instrumentos de una orquesta, el teclado no sonaba ni parecido; y las familias no parecieron muy interesadas en él. Encima, se contactó con un vendedor que se llevó el chamberlin a Inglaterra, lo presentó como idea propia y consiguió que lo fabricaran: así nació el mellotron. “Una de las partes interesantes de la historia es el hecho de que el instrumento haya fracasado en varios de sus propósitos –se ríe Dilworth–. Y uno es que, a pesar de que fue muy popular entre un grupo de músicos, sólo se fabricaron 500 chamberlins y menos de 2000 mellotrones. Si se lo compara con las guitarras Gibson, de las que se hicieron centenares de miles, uno se da cuenta de que estos teclados tuvieron una vida muy breve. Además, la idea original fue tan innovadora que cuando decidieron fabricarlo no sabían a qué público dirigirlo. Los músicos los compraron, pero cuando la tecnología avanzó, rápidamente los abandonaron, porque eran instrumentos problemáticos. Noté que los músicos mayores, de Yes, los Moody Blues o Black Sabbath, me decían que el mellotron era una molestia, que se rompía todo el tiempo; mientras que los más jóvenes, que tienen tantas opciones para elegir, lo adoran y creen que si se rompe, es parte del carácter del instrumento, que es cool.”
El documental muestra el ascenso, la caída y el renacimiento de ambos instrumentos: en la actualidad, esos arcaicos aparatos aparecen en discos de Radiohead, Maroon 5, los heavies Opeth o el rapero Kanye West. “Creo que los artistas de hip hop se interesarán mucho sobre el mellotron cuando vean la película, sobre todo porque los que lo conocen se deslumbran, como Kanye. Por ejemplo, la parte rítmica del mellotron es una de las primeras máquinas de ritmo modernas. Hay gente que cree que es algo del pasado, por eso me resultó importante contar que hoy está por todas partes”, explica la cineasta. La moderna técnica del sampleo (grabar un fragmento de música y reproducirlo a placer a través de un teclado), que se usa en el rock, el hip hop y la música electrónica, tuvo su antecedente en las cintas que sonaban a través de una argucia mecánica en el interior del chamberlin. “Me resulta fascinante que la idea haya empezado con Harry Chamberlin en los años ’50, que no tenía nada que ver con lo que sucedió, y que tenga una conexión con la música de hoy... Es una evolución muy interesante”, dice Dilworth.
La película anterior de la cineasta, We are the children, trataba sobre los fans de Michael Jackson que fueron a apoyar al cantante durante el juicio por abuso de menores. “Me gustan los temas que tienen que ver con la música pero que no están al frente –explica Dilworth–. Los Beatles son la banda más grande de todos los tiempos, ok, pero casi nadie sabe qué es eso que suena en el comienzo de ‘Strawberry Fields Forever’, entonces quiero contar esa historia. Michael Jackson es la estrella pop más grande, pero afuera de la corte donde se lo enjuició encontré a la gente y quise poner el foco en eso. No es que no me gusten los documentales sobre las bandas, pero hay muchas historias detrás que no siempre se conocen. Los medios sólo se meten con los famosos, pero para mí es más interesante conocer las historias humanas que hay detrás de ciertos eventos.” (fuente: Página/12)
lunes, 23 de marzo de 2009
Libros de música: un género marginado
Las cosas pueden ser peores, dado que, aun en los géneros frecuentemente marginados, se plantean otras posibilidades de marginación. La categoría ensayo, por caso, se suele presentar como exclusiva de los estudios culturales, de la historia política y social, de la literatura y de otras disciplinas, pero raramente de la música. Los libreros, a los ensayos sobre música, los ubican en los más recónditos anaqueles de sus librerías, junto con las biografías de músicos y los cancioneros que, como los editores locales acostumbran decir, al igual que las entrevistas y las correspondencias, no le importan a nadie. Y como para recordarlo, sin que medie criterio de colección alguno, de tanto en tanto alguna editorial publica un título aislado referido a la música que, sin contexto que lo sostenga, sirve para hacer que la autoprofecía se cumpla.
No es así como funcionan las cosas en el mundo de la edición anglosajona, francesa o alemana, donde existe y sobrevive Da Capo Press, una gran editorial dedicada a publicar exclusivamente libros sobre música. Y también hay lugar para esa literatura específica en Penguin, en Oxford University Press, en Gallimard, en P.O.L. y en Folio, cuyos catálogos además de los más diversos temas, no excluyen el ensayo musical. Como descargo, podrá decirse que en muchas universidades de los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y tantos otros lugares existe la tradición de hacerse cargo de lo producido en las carreras que allí se dictan y que, para esas casas de estudios, Musicología no es una excepción. En cambio, Eudeba, editorial de la Universidad de Buenos Aires, no tiene esa necesidad, ya que Musicología es hoy apenas una ínfima especialización en la carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Luego, cerrada la carrera de Musicología en la UCA, sólo puede cursarse una reciente Etnomusicología en el Conservatorio Manuel de Falla y, prácticamente, nada más.
Pero suponiendo que efectivamente hubiera alguna producción ensayística local alrededor de la música, basta con volver a consultar ese lugar ínfimo que los suplementos literarios les asignan a los libros de música y esos breves estantes que los libreros les reservan para tener una idea más clara de cómo están las cosas. Con suerte, el lector encontrará alguna referencia a las consabidas ediciones sobre el tango y su historia, que desde hace décadas y con diversos resultados viene desgranando la Editorial Corregidor. También, alguna que otra edición lujosa sobre el mismo asunto, a cargo del infatuado Horacio Ferrer. Random House/Mondadori alterna biografías de Bob Dylan o Chet Baker con malos libros sobre rock nacional, pobremente escritos y peor documentados, que existen sólo en razón de alguna coyuntura. En cuanto a las obras de referencia, allí están el Diccionario de la música de Eric Blom y la Historia de la música de Pola Suárez Urtubey, ambos de Claridad. También las enciclopedias de la española Akal –sus precios ridículamente altos las vuelven inalcanzables– y títulos de naturaleza histórica y biográfica de las más variadas editoriales y calidad desigual: por ejemplo, en un extremo, las pomposas biografías de músicos clásicos que publica la Editorial Javier Vergara y en el otro, los varios y muy buenos volúmenes sobre el tema del sello Adriana Hidalgo Editora, o las investigaciones de Sergio Pujol sobre música popular argentina, de Emecé. En cuanto a los ensayos, salvo el remanente de la serie Alianza Música –a precios exorbitantes– y algunos libros sobre jazz y otros géneros populares publicados por el Fondo de Cultura Económica, sólo pueden mencionarse sendos volúmenes de Esteban Buch –de Interzona y nuevamente de Adriana Hidalgo–, así como varios títulos de Diego Fischerman y uno de Federico Monjeau, publicados por Paidós cuando todavía era una editorial y no un sello del grupo Planeta.
Sin embargo, a lo largo de 2006, 2007 y 2008, algunas editoriales españolas comenzaron a desembarcar entre nosotros, llenando el vacío existente con excelentes textos sobre música y músicos, generalmente procedentes de algunas de las más importantes casas estadounidenses. Se trata fundamentalmente de Global Rhythm y, en menor grado, de Alba y El Acantilado. Las tres tienen sede en Barcelona y ya se distribuyen en la mayoría de las librerías argentinas, con precios que tienden a ahuyentar al comprador. No obstante, si se supera ese obstáculo, uno podrá darse por satisfecho no sólo por la frecuente tapa dura y la cuidada edición sino, más que nada, por el excelente contenido.
Alba, creada en 1993, alterna títulos clásicos –entre otros autores, ha publicado a Goethe, Thomas Mann, Zola, Saint-Exupéry, Jane Austen, Edith Wharton, Pushkin y Chéjov– y estudios y ensayos sobre música. El Acantilado, en cambio, es la empresa que creó Jaume Vallcorba en 1999, dedicada a la literatura clásica y de los países del Este, pero también a una serie de textos sobre musicología, donde pueden encontrarse títulos como Poética musical, de Igor Stravinsky, o La música como discurso sonoro, de Nicolaus Harnoncourt, o La Novena de Beethoven. Historia política del himno europeo, de Esteban Buch, o Arnold Schönberg. Etica, estética, religión, de Jordi Pons, entre otros muchos volúmenes. Por su parte, Global Rhythm Press, fundada en 2001, es una editorial independiente que se inicia a partir de la venta y publicación en quioscos de varios catálogos musicales (entre otros, la reedición de títulos de jazz de Blue Note). Pero luego, a través de varias colecciones, comenzó una actividad editorial más constante con las series Biorritmos (biografías de músicos), PoliRitmos (biblioteca de ensayo político, musicológico, histórico y literario) y Memorias (memorias de grandes intérpretes y compositores). Atendiendo a lo que hasta ahora llegó a nuestro país, los privilegiados por Global Rhythm son el rock –y sus inmediaciones– y el jazz, aunque Conversaciones con Glenn Gould, de Jonathan Crott, abre también el juego hacia la música de tradición escrita. Así, ahí está el primer volumen de las indispensables Crónicas, de Bob Dylan, al que recientemente se sumó, del mismo autor, la miscelánea de textos conocida como Tarántula –en su momento publicada en la Argentina y hoy agotada– y las ediciones futuras de las Letras, el Album 1956-1966 y Dylan sobre Dylan. 31 entrevistas memorables, de Jonathan Cott, que todavía no llegaron a nuestras librerías. También cabe mencionar Clapton. Una biografía, un muy crudo testimonio del que acaso sea el guitarrista eléctrico más popular del rock. Mención aparte merece Blancas bicicletas, una excelente mezcla de estudio cultural y manual sobre la producción musical, que firma Joe Boyd, mítico productor del primer Pink Floyd, pero también el descubridor de la Incredible String Band, Fairport Convention y Nick Drake. También debe destacarse el estudio Vida y milagro de Sgt. Pepper. Un disco para una época, de Clinton Heylin. La serie de rock se completa con un libro sobre The Clash, otro sobre Johnny Cash, un tercero sobre James Brown, una buena biografía de Ray Charles, los dos tomos de Ultimo tren a Memphis. Elvis, la construcción del mito, de Peter Guralnik, y Tom Waits. Conversaciones, entrevistas y opiniones, de Mac Montandon. En un terreno afín, queda Hippie, volumen monumental y profusamente ilustrado, de Barry Miles, el biógrafo de Allen Ginsberg, Jack Kerouac y Frank Zappa, además de co-autor con Paul McCartney de Hace muchos años, excelente autobiografía del ex beatle que publicó Emecé y que Planeta, sin ningún criterio de catálogo, saldó inoportunamente.
Pero es en el terreno del jazz donde se encuentran las mayores novedades. Alba publicó Bird. El triunfo de Charlie Parker, de Gary Giddins, y Monk, la clara y sintética biografía que el pianista y musicólogo francés Laurent de Wilde le dedicó a Thelonious Monk. Capítulo aparte corresponde a A Love Supreme y John Coltrane. La historia de un álbum emblemático y Miles Davis y Kind of Blue. La creación de una obra maestra, ambos de Ashley Kahn. Se trata de las “biografías” de discos considerados claves en la historia del género. También al mismo autor –pero en este caso en Global Rhythm– pertenece Impulse. El sello que Coltrane impulsó, un minucioso estudio sobre los orígenes, desarrollo y evolución de uno de los más importantes sellos discográficos dedicados al jazz. En los tres casos, el estilo ameno permite que la información erudita alcance un público más amplio que el de los meros estudios musicológicos. Puede decirse otro tanto de la magnífica biografía de Miles Davis, realizada por el trompetista británico Ian Carr –también autor de una biografía de Keith Jarrett, todavía no traducida al castellano– y de Vida y música de Bill Evans, del también británico Peter Pettinger. Se trata de libros que incitan a la escucha y, por qué no, a la reflexión sobre la música, que aunque parezca mentira, es mucho más que un mero tema de conversación. Entonces, supersticiones del mercado al margen, ¿qué más se les puede pedir a los libros? (Fuente: Perfil)